Uno de los indicios que implicaba a los gemelos Roy y Bernardo D.L. en la muerte violenta de Celso Blanco en la comisaría de la Policía Nacional y los vinculaba con las armas robadas se ha desmontado con los análisis realizados por el Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro de Santiago y que acaban de ser remitidos al Juzgado de Instrucción 3. El perfil de ADN de un tercero sin identificar, además del perteneciente a la víctima, apareció en el arma con el que se efectuó el disparo pero la pericial dice que no pertenece a las tías de los gemelos ni a uno de sus sobrinos tal como en un principio se sospechaba. Precisamente, la toma de muestras de forma discreta a dos tías y un sobrino en julio de 2017 forma parte de la pieza que aun se mantuvo bajo secreto de sumario, tras la detención de los investigados, durante año y medio.
La jueza sostenía que el ADN localizado era probable que fuese de un pariente de los investigados (un familiar en tercero o cuarto grado). Según el abogado de la defensa, Neil González, se basó en un interpretación errada de un informe previo del probabilidades del "Luis Concheiro" que planteaba dos hipótesis a la hora de cribar las muestras: una opción de ADN del fallecido y un individuo desconocido al azar y otra en la que hubiera contribuido la víctima y un familiar de los imputados, lo que situaría las armas robadas, incluida la del disparo, en la casa familiar.
En el despacho del fallecido fueron halladas tres de las seis robadas. La utilizada para el disparo así como otras dos: una en un archivador y otra en el interior de un cajón de una mesa auxiliar cerrado bajo llave. Asimismo, otro informe descarta por completo que en esas dos últimas hubiera restos biológicos de los hermanos investigados.
Por último, las partes personadas han recibido un listado de las personas que estuvieron el 9 de abril de 2016, cuando murió Celso Blanco, en la Comisaría.
Sí apareció ADN de los gemelos pero en un papel con pólvora debajo del cadáver. Ellos sostienen que, como especialistas en tiro, participaban en numerosas competiciones y reutilizaban la pólvora de los cartuchos para segundos usos, vaciándolos y dejando su contenido en el interior de sobres y papeles que estaban en el despacho donde trabajaba la víctima.
