Asistentes de toda España acuden a la procesión de la Virgen de Os Milagros

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photo_camera La Virgen de Os Milagros a la salida del Santuario, al inicio de la procesión.
Asistentes de todas partes de España y la provincia se volcaron en la procesión de la Virgen de Os Milagros, en Baños de Molgas, para pedir por la salud y reunirse con familiares y amigos.

Velas en forma de riñón, corazón o pierna; oraciones, paraguas, por si lloviera y para el sol; familias y amigos; gente joven y mayor; comida tradicional y alguna lágrima de emoción. Los creyentes que ayer se acercaron hasta el Santuario de Nosa Señora de Os Milagros para celebrar su día grande, desde todas partes de España, se contaban por miles. Aún así, por lo comentado entre tenderos y asistentes: “Cada vez hai menos xente”, en palabras de Pilar García, vendedora de rosquillas. 

Este año, en concreto, son varios los que coinciden en que el tiempo influyó en la asistencia. De hecho, la tormenta del jueves por la noche hizo que Marina y Purificación García (tía y sobrina) no pudieran disfrutar del Rosario de las Antorchas. Era su primera vez visitando el Santuario. Vinieron desde Vigo, y al llegar: “Puff… empezou a tronar e tivemos que marchar, porque se vimos pedir pola saúde e ao día seguinte temos que ir ó médico…”, bromeó Puri. 

Son muchos los que se desplazaron hasta allí “por tradición”. Aurora Prado, una vecina de Maceda de 34 años, dijo venir “desde niña” porque “me lo inculcaron mis abuelos”. En tiempos anteriores, “mi madre y mis abuelos se traían la comida de casa y comían debajo de los árboles”. Ahora, las carpas con pulpeiras y brasas de churrasco sustituyeron las mantas a ras de suelo. 

En el balcón del santuario, varios sacerdotes acompañaron al Obispo, Leonardo Lemos, mientras oficiaba la misa de las 12,00 h, antes de que saliera la imagen. La mayoría de fieles se amontonaron bajo la zona de sombra, una arboleda a la izquierda del santuario. Las hermanas Pilar y Milagros Gómez se encontraban allí, al fondo de la multitud. Igual que Aurora, guardan una mirada nostálgica de lo que la romería fue en tiempos: “Antes a xente viña andando descalza e de xeonllos ata aquí”, recordó Pilar. Pero el grueso de la tradición se mantiene “pedir pola saúde ofrecendo velas de distintos tamaños”. 

Para suplir las necesidades religiosas, en cuanto a cirios se refiere, Isabel Rivas montó un pequeño puesto en una de las entradas secundarias al santuario. Es la cuarta generación al frente de Cerería Compostela, en Brión. El puesto ambulante pertenecía a su bisabuelo y, desde hace dos años, es ella la que se dedica a recorrer las romerías con elaboraciones propias. “Un peito, para o cancro de mama; un ril, pernas e unha vaca, por si alguén ten un animal que esté mal”. Derrite la parafina y la vierte en moldes de escayola. El resultado toma forma: exvotos que, como en la salud no se escatima, vende a 5 euros. También cirios de más de metro y medio para cumplir con la tradición. 

La Virxe dos Milagres salió a las 13,00 horas por la puerta del santuario para dar varias vueltas al jardín. Muchos asistentes sacaron el móvil, pero el Obispo enseguida animó: “¡Arriba esos pañuelos para saludar a la virgen!”, “¡Venga, valen klinex también!” “¡Viva la Virgen de los Milagros!”. Los pañuelos empezaron a aparecer y los fieles mostraron su devoción entre besos, rezos, exvotos. Tere Blanco, vino desde Barcelona con su familia. Su hijo, Fran Fusté le cogía de la mano. Acude cada año, pero: “Me emociono siempre”.

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