La bodega coloca el 25% de su producción en 16 países

“Isto foi como arrancar nunha bicicleta sin rodas e de repente verse nun Ferrari no que nunca soñaras. Non sei si me entendiche o que che quixen decir”. Perfectamente. Ernesto Rodríguez Zarraquiños quiere transmitir así las sensaciones del padre de un proyecto vitivinícola que acaba de cumplir diez años y al que le están saltando las costuras por todos los lados por culpa del crecimiento: La bodega Crego e Monaguillo, una especie de guardián de las esencias de la Denominación de Origen Monterrei.
Hay que llegar a la aldea de A Salgueira (donde viven 23 familias) para toparse con una bodega en la que se han invertido tres millones de euros. De su nacimiento quedan evocaciones y datos que el tiempo no ha diluido. La primera cosecha fue la del 2003, con 8.000 botellas, y este año la suma llega ya a las 400.000. Huelgan comentarios.
“Cando fixemos a primeira bodega penséi si algún día sairía dela e en catro anos xa se quedou pequeña”, continúa relatando Ernesto. En cuanto al crecimiento de cosecha a cosecha el gerente prefiere eludir el dato, aunque sí adelanta que “o incremento é brutal, casi ofensivo nos tempos que corren”. Este proyecto empresarial surgió hace diez años cuando se juntaron Ernesto Rodríguez (la parte de ‘monaguillo’ de la sociedad) y Ernesto Atanes (el ‘crego’, un padre paúl se sale de Os Milagros) y se ponen manos a la obra. Empezaron en la casa de este último, en una sala de 24 metros cuadrados en la que llegaron a elaborar 34.000 botellas, pero los números no salían. “Romanticismo sí, pero hai que vivir”, aclara el gerente. Deciden ampliar horizonte y arriesgar y el éxito llegó con el tiempo, sobre todo “porque as cousas non se fixeron mal”. En el 2005 se acometió la obra en la que está ahora la bodega y ya se amplió en el 2008 y el 2011.
Hasta el 2006 el crecimiento fue sostenido, pero no espectacular. En ese año recibieron el premio de mejor vino blanco de Galicia “e iso supuxo un antes e un despois”, según Ernesto Rodríguez, y el mercado se rindió desde aquellas a un producto al que los propietarios le dan cierto aire de perfume. Ningún vino de Crego e Monaguillo está en tiendas de alimentación al uso y solo se dispensa en establecimientos de hostelería o tiendas gourmet. Incluso el gerente de la bodega asegura haber dicho que no a “todas as grandes superficies comerciais” que llamaron para hacer pedidos.

El nivel de pedidos crece, tanto desde dentro como desde fuera de España. En Galicia “é raro o sitio onde non estea o noso viño”, proclama el gerente. Incluso “de Madrid para arriba” podría decirse lo mismo. De Madrid hacia el sur, ya es otro cantar. Ernesto aclara que están en la capital de España, en Valencia o Sevilla, pero rechazan ir a zonas costeras “onde se toma con ‘pescaíto’ viño con gaseosa”. El patrón de calidad que dicen seguir les lleva a realizar otras prospecciones, por ejemplo en el exterior. Los vinos de Crego e Monaguillo están en 16 países, donde se vende el 25% de la cosecha, pero este es un dato que no obsesiona a los propietarios porque “o mercado exterior, sendo importante, non move grandes volúmenes de vendas, pero hai que estar”. Dicho de otra manera: “O que verdadeiramente me preocupa non é vender tres palés a Suiza ou Alemania, o que é verdadeiramente difícil e que os volvan a pedir”.
De cara al futuro el gerente se apunta a “consolidar esto” después de fuertes inversiones y notable crecimiento. A fin de cuentas, como él dice, “isto subíu demasiado rápido e non nos podemos poñer tolos”. Si cabe, seguir acrecentando los patrones de calidad. Ernesto se reconoce el crítico más exigente de la bodega, se deja aconsejar por su enólogo, sigue los criterios de la Denominación de Origen pero, como recalca, “teño que estar seguro do que vai na botella”.

“Sería fácil fixar poboación se houbese máis empresas como esta”
La bodega está en A Salgueira, una aldea en la que viven 23 familias, de las cuales seis trabajan de forma estable para Crego e Monaguillo, aunque desde septiembre a noviembre serán quince como consecuencia de la vendimia y el trabajo en bodega. Ernesto Atanes (el ‘crego’) es natural del pueblo y puso como condición a su socio que ese tenía que ser el emplazamiento de la bodega. Y así fue. La aportación de esta pequeña empresa a la revitalización de la zona es obvia, y Ernesto Rodríguez dice sentirse orgulloso de haber contribuido a ese cambio, hasta el punto de afirmar que “sería moito máis fácil fixar poboación no rural si houbese moitas empresas como esta”.

viñedos alquilados
La bodega se nutre fundamentalmente de viñedos alquilados y unidos, tanto los arrendados como los propios, suman 35 o 40 hectáreas. Sin embargo, también aquí ha triunfado la picaresca en el valor de los terrenos, hasta el punto que, según el gerente de la empresa, “os terreos en torno a bodega multiplicáronse por cincocentos” y reconoce haber pagado hace poco por una viña de 300 metros cuadrados “o que non houbo que pagar por todas e eso que tivemos que comprar en torno a vinte fincas”.

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