Detrás de lo que parece una normalidad en cada hogar en el rural, mayormente de personas en riesgo, la preocupación aparece. “Eu estou moi nerviosa estos días, noto a ansiedade”, señala Paz Fernández, una vecina de San Cibrao das Viñas. Sus rutinas han variado y pasan por hacer la comida, limpiar o ver la televisión junto a alguna que otra salida. “Saco o can a pasear e dou un volta, turnámonos o meu home e máis eu para facelo”, explica. Debido a su estado de salud, necesita caminar y ha buscado otras alternativas. “Teño problemas de varices e necesito andar, polo que fago algo de exercicio polas noites e que non se me poñan peor”, cuenta Fernández.
La llegada del panadero o el pescadero, armados con las medidas de prevención, sacan por las mañanas a estos vecinos de sus casas. “Cando veñen saímos para comprar o que nos vai facendo falta, non podemos facer moito máis”, afirma Julio Pérez. Las dudas sobre si pueden salir o no continúan en estas zonas de menor población: “Aquí non é o mesmo ca nada cidade, é difícil encontrarse con alguén”, cuenta Pérez. Su mujer se muestra más preocupada, ya que padece del corazón y necesita actividad física, una condición de mayor riesgo de contagio: “Estamos aburridos e eu necesito camiñar, pero teño moito medo de coller algo”, comenta Elvira Fernández.
El confinamiento trae consigo desgana, como le sucede a Emilia Pérez, otra vecina de San Cibrao das Viñas: “Chega un momento que non teño ganas de nada, porque estou moi saturada”, apunta. Las situaciones varían y Rosario Selas se encuentra a cargo de su madre dependiente y no cambia su rutina, pero extrema precauciones “A miña filla, que tamén e de risco porque ten una enfermedidade crónica, xa non se acerca a miña nai”, detalla.