La jueza impone tres años de prisión para su cómplice y seis meses para un primo encubridor

Desterrado de España 10 años por el atraco a la joyería Juysa

Uno de los condenados, a la salida del Juzgado de lo Penal 1 de Ourense. (Foto: MIGUEL ÁNGEL )
Los dos hombres que atracaron la joyería Juysa de la calle Santo Domingo el 10 de octubre del pasado año han sido condenados a tres años de prisión.
En el caso de uno de ellos, el chileno Dugal Jara Astete, la jueza del Penal 2 sustituirá la pena de prisión por la expulsión del territorio nacional durante 10 años. Su compatriota y primo, Carlos Eduardo Figueroa Rodríguez, no correrá la misma suerte porque la pena por encubrimiento (facilitó la huida de los asaltantes llevándolos a Lugo) quedó reducida a seis meses. El otro penado a tres años de prisión, Jonathan Fernando Valdes Figueroa, nacido en Bélgica, deberá cumplir la pena de encarcelamiento. En este mismo atraco, participó una tercera persona pero hasta la fecha no fue identificada.

Los dos implicados en el robo fueron detenidos un día después, a las 06,35 horas, en la Estación Sur de Madrid. Llevaban consigo una bolsa de deportes en cuyo interior guardaban gran parte del botín.

La magistrada basa su condena, sobre todo, en el reconocimiento que hacen dos de los inculpados, Jonathan y Dugal, en el juicio oral, si bien estos precisaron que la pistola era de plástico, contrariamente a lo que sostuvo el joyero. Pero el fallo reconoce que no quedó acreditado que el arma fuera de verdad, de ahí que no aplica el supuesto agravado de robo con violencia o intimidación.

No obstante, la magistrada tampoco tiene en cuenta la aminoración de la pena invocada por los letrados de la defensa, alegando que el joyero había ofrecido resistencia durante el atraco y que los autores ejercieron una intimidación liviana. Para la jueza, 'es inconcebible que quien tuviera la culpa de que le entraran a robar en su joyería fuera el joyero'. Y recuerda que 'no se nos puede olvidar el daño que estas conductas delictivas causan en las víctimas, tanto psicológicas como económicas, dado que el joyero se defendió al ver que iban a destruir su modo de ganarse la vida honradamente'.

La víctima se resistió al ser atada y sujetó las bridas con las que le ataron los pies, aunque nunca llegó a forcejear con los acusados, tal como ellos pretendieron hacer valer en el juicio.

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