Pilar, Marité, Juliana y María Belén formaron durante muchos años una de las clásicas familias netamente pontinas, respetadas y especialmente queridas. Estaban vinculadas a una empresa que las identificaba: la confitería Arva, algo que venía de muchos atrás, cuando estaba dirigida por Andrés Rodriguez Valeiras, siempre acompañado de su esposa. Precisamente ella fue la primera en desaparecer y de ahí que Andrés acusara el golpe, del que se repuso, precisamente apoyado en lo que suponía aquel bloque familiar.
La empresa siguió su andadura y después de su fundador la responsabilidad del negocio familiar lo afrontó con valentía y personalidad la más joven de las hijas, Belén. Ya entonces Arva era la empresa pontina “de los caramelos” y continuó siendolo, pero precisamente Belén acercaba más el negocio a la parte más entrañable de sus actividades. Fueron surgiendo dulces clásicos pero buscando un apellido entrañable, identificándolo con productos de la tierra. De esta manera Arva iba ganando apoyo, prestigio, haciéndola cada vez más identificable.
Pero es en este momento cuando surge el problema. Belén, la representación viva familiar dentro de la empresa, acaba contrayendo la enfermedad que muchos años atrás, cuando ella era una niña, acababa con la vida de la madre de familia. Belén aceptó el reto y ´redobló su esfuerzo para mantener en pie a la empresa. Y continuó al frente hasta que llegó el momento de buscar la mejor de las continuidades para que Arva se mantuviera en pie.
No es que la llegada de este momento cogiera a los pontinos de sorpresa. La ausencia de Belén se presentía, pero no tan prematuramente. Apareció y por eso ayer todos lamentamos su ausencia. Pero quedó claro que el espíritu emprendedor de Belén, el respaldo de sus hermanas y en afecto que se vive en El Puente en torno a Arva sigue. Personalizado en el sentimiento de numerosas personas que viven de cerca el respeto y cariño por Belén y sus hermanas.
