La conocida escritora y periodista especializada en gastronomía Eva Celada participó ayer en el Foro La Región, presentado por el restaurador Borja Díaz, en donde realizó un recorrido histórico sobre los hábitos alimenticios de los españoles, fundamentalmente determinados por la influencia del cristianismo. La importancia de este particular análisis se basa en que 'el hombre y su comida van íntimamente unidos porque somos los que comemos', indicó la gastrónoma.
Celada defendió la hipótesis de que el principio de la socialización entre los humanos 'comenzó con la cocina, cuando la caza y la preparación de alimentos requirió una colaboración social'. Con la expansión del cristianismo, la doctrina de la Iglesia católica se fue imponiendo y determinando los hábitos alimenticios de los fieles. Una influencia que bebía de la tradición judía, donde los cereales, verduras, frutas y, sobre todo, pescado, eran la base de la cocina. Estos principios quedaron marcados a partir del año 325, cuando el Concilio de Nicea delimitó las costumbres gastronómicas 'buscando el control de los fieles mediante la alimentación', explicó la escritora.
La instauración de las famosas 'bulas' daba permiso para comer carne hasta cuatro veces a la semana, en determinadas épocas del año. Todo ello, en un momento en el que la supervivencia se basaba en la carne y en todo aquello que seguía la máxima de 'hacer sangre', por lo que el pescado no era considerado saludable, ni tampoco se tenía un fácil acceso a él, relató . Hasta el extremo de que existe la hipótesis de que la Contrarreforma luterana triunfó en Centroeuropa por estas limitaciones alimenticias. 'Todo lo que comemos se lo debemos a la tradición católica', lo que, hoy en día, se denomina dieta mediterránea.
Estas tendencias comenzaron a variar en el siglo pasado, en la década de los años 70 y 80, coincidiendo con un período de mayor bonanza económica. En esos momentos, se desechó la idea de la 'cocina como supervivencia'. En la actualidad, 'hay más acceso a los alimentos, pero se come peor que hace medio siglo', concluye la gastrónoma. 'Se cocina muy poco, y de todo el dinero que destinamos a comer, sólo la mitad va a parar a nuestra cocina, mientras que la otra mitad nos la gastamos en restaurantes y comiendo fuera'.
El cambio culinario producido en los últimos años tiene la consecuencia negativa de que España es el segundo país de la Unión Europea con más obesidad infantil, indica Celada, porque 'no enseñamos a comer a los niños y tampoco hay una educación nutricional por lo que estamos peor alimentados que nunca.
La instauración de las famosas 'bulas' daba permiso para comer carne hasta cuatro veces a la semana, en determinadas épocas del año. Todo ello, en un momento en el que la supervivencia se basaba en la carne y en todo aquello que seguía la máxima de 'hacer sangre', por lo que el pescado no era considerado saludable, ni tampoco se tenía un fácil acceso a él, relató . Hasta el extremo de que existe la hipótesis de que la Contrarreforma luterana triunfó en Centroeuropa por estas limitaciones alimenticias. 'Todo lo que comemos se lo debemos a la tradición católica', lo que, hoy en día, se denomina dieta mediterránea.
Estas tendencias comenzaron a variar en el siglo pasado, en la década de los años 70 y 80, coincidiendo con un período de mayor bonanza económica. En esos momentos, se desechó la idea de la 'cocina como supervivencia'. En la actualidad, 'hay más acceso a los alimentos, pero se come peor que hace medio siglo', concluye la gastrónoma. 'Se cocina muy poco, y de todo el dinero que destinamos a comer, sólo la mitad va a parar a nuestra cocina, mientras que la otra mitad nos la gastamos en restaurantes y comiendo fuera'.
El cambio culinario producido en los últimos años tiene la consecuencia negativa de que España es el segundo país de la Unión Europea con más obesidad infantil, indica Celada, porque 'no enseñamos a comer a los niños y tampoco hay una educación nutricional por lo que estamos peor alimentados que nunca.
