Reportaje

Los fotógrafos y su crónica negra

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photo_camera Dibujo de Ático Noguerol. Representa un Rippert de los de Lobitt (existían modelos abiertos y cerrados, como éste, sin embargo el accidente del padre de Ksado se supone que ocurrió en uno de los abiertos).

El primer caso nos lleva a 1895, cuando un accidente deja huérfano a Luis Ksado

Lo habitual en la crónica negra es que el fotógrafo actué como fedatario de la tragedia. Me vienen a la memoria las durísimas imágenes del cadáver del Federal en el caso del Marracú, o las impresionantes instantáneas de los fallecidos por la caída del rayo en la iglesia de Allariz, sin olvidar el reportaje grafico que permitió darse cuenta de la magnitud del desastre sufrido en As Ermidas. Ellos, en ocasiones con riesgo de su vida, se encargan de informarnos de los hechos. Hoy, sin embargo, voy a recordar varios casos en los que estos profesionales se convirtieron en protagonistas de penosas noticias.


Ksado


Cronológicamente el primer caso, nos lleva al año 1895, en que un desgraciado accidente deja huérfano de padre a uno de los más representativos fotógrafos que hemos tenido en Galicia, Luis Ksado. Dionisio Casado y Martín era funcionario de Hacienda, y su eficiencia en el trabajo le había llevado en los últimos años a ser merecedor de varios ascensos.

Éstos, de manera incómoda, llevaban parejos traslados de vivienda, y fue así como con su esposa e hijos se traslada a Ourense en junio de 1894 procedente de A Coruña. Nada hacía presagiar la desgracia que se avecinaba. 

Por su trabajo, Dionisio tenía que realizar frecuentes viajes en tren, y fue precisamente a la vuelta de uno de ellos cuando le sobrevino la muerte. Bajó del tren en la antigua estación de Canedo, y decidió utilizar los servicios del Rippert de Lobbít para acercarse al centro. Cansado de venir sentado, decidió viajar de pie en la plataforma.

El caso fue que al encarar la caballería la cuesta del puente viejo, perdió el equilibrio o sufrió un mareo, cayendo fuera del carruaje golpeándose la cabeza contra el suelo. Fue atendido in situ por los doctores Sas y Novoa, trasladándole a su domicilio donde, sin llegar a recobrar el conocimiento, falleció poco después. 

Contaba la prensa que durante todo el tiempo que atendieron al herido, Carmiña, la hija de 11 años, estuvo manteniendo una vela entre sollozos. Como resultado quedaron huérfanos tres hijos pequeños con una madre que no gozaba de buena salud. Luis Ksado, el pequeño, pocos años después con el apoyo y amistad de los Pacheco, se convirtió en un excepcional fotógrafo. 


Garitaonandia


Poco recordados son los propietarios de “La Fotografía Vascongada”, los Garitaonandia (Garita). Pablo y Hermógenes se instalaron hacia 1890 en el número 13 de la calle de Alba, el mismo que después ocupo Samaniego y actualmente conocemos como estudio Schreck. Poco después abrieron otro estudio en Trives, y compaginaron los dos hasta que Hermógenes decidió abrir nuevos mercados y se instala en A Pobra do Caramiñal. El motivo de incluirlos en este artículo de crónica negra ourensana, es por la desgracia que sufrió la familia en 1903. 

En aquellos momentos, Pablo Garita y su familia residían en Trives. El estudio ourensano lo habían cerrado; el hijo mayor, Julián, de 19 años, se había enfrentado a su padre supuestamente por tema de amores y deseaba vivir en Ourense. José Gil (sí, el famoso fotógrafo), se ofreció por la amistad que los unía a acogerlo en su casa y estudio como ayudante.

Algo debió de suceder que hizo que Julián se hiciera con un arma, escribiera tres notas y se descerrajara un tiro en la sien. Las notas estaban dirigidas a su padre, hermana y novia respectivamente, en ellas les pedía perdón por lo que iba a hacer. A raíz de este triste suceso, los Garita decidieron no regresar a la ciudad.

La muerte de Julián Garita en la casa de José Gil, por duro que parezca, fue lo más “suave” que aconteció en la vida de Gil a partir de ese momento. Ese mismo año había nacido el tercer hijo de la familia Gil Sarabia, un varón que venía a acompañar a las dos niñas que ya tenían. La desgracia quiso que a los pocos días el niño falleciera de enfermedad, y a ese dolor se le sumo el suicidio de Julián Garita. Gil decidió abandonar nuestra ciudad, para intentar olvidar. Se desplaza a Vigo, y allí profesionalmente vuelve a triunfar, cuenta con la ayuda de sus cuñados, los también fotógrafos Sarabia, Constantino (Constante) y Enrique. 

Pero después del periodo más prolífico y tranquilo en su vida, en 1917 fallece su hija Maruja; en 1922, Rosita, y en 1924, Pepita, las tres de tuberculosis. Gil queda destrozado y no es capaz de remontar. Se “esconde” en el trabajo, pero se va hundiendo cada día un poco más, hasta que en 1937 fallece en casa de sus cuñados, los Sarabia.

Perdonadme por dejarlo así, pero el espacio no da para más. Quedan aún unas cuantas historias: la muerte de los Sarabia, la supuesta relación de uno de nuestros fotógrafos con un caso de falsificación de moneda, etc., etc. 

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