El presidio, cerrado desde 1987 y que el Concello sacará a concurso en el segundo semestre, se encuentra muy deteriorado

Los hoteleros podrán pujar por la cárcel antes de que finalice el año

Patio interior de la Cárcel Provincial en Progreso desde la primera planta, cubierto totalmente de maleza debido al abandono de décadas. (Foto: FOTOS: MIGUEL ÁNGEL)
La añeja Cárcel Provincial de Ourense en la calle Progreso espera nuevos huéspedes 26 años después de su cierre en 1987. Esta vez no vestirán traje a rayas, sino etiqueta. Adquirida por el Concello a Patrimonio del Estado por unos 625.000 euros (125 millones de pesetas de la época), todos los gobiernos le han dado vueltas a la rehabilitación y posibles usos como un preso en el patio esperando el cumplimiento de la condena.
Puede que a la cárcel se le pase de esta vez la pena pues, según tiene previsto la corporación municipal, los hoteleros interesados podrán pujar por el inmueble en un concurso que se prevé aprobar antes de que finalice el año. La cárcel está dentro del proyecto que pretende zambullir a Ourense en el negocio termal y es considerada como 'la joya de la corona', según el equipo de Gobierno que preside Agustín Fernández, y así la han vendido en el foro empresarial que acaba de celebrarse en la ciudad con la presencia de representantes internacionales del sector.

La concejala de Urbanismo, Áurea Soto, ha elaborado un cronograma preciso. Sobre marzo, ya con los informes de Patrimonio de la Xunta de Galicia y de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil, depende del Ministerio de Medio Ambiente, se procederá a aprobar en pleno el estudio de detalle. El Concello también pretende que el proyecto de expropiación esté validado en el mes de junio, cumpliendo con las notificaciones a los propietarios y respondiendo a las pertinente alegaciones.


VISITA A LA CÁRCEL

De cumplirse los plazos, esas firmas 'interesadas' en este edificio de 1843, como anuncia el concejal de Facenda y Termalismo, José Ángel Vázquez Barquero, podrían presentar sus proyectos a finales de año o a principios del próximo para que la cárcel vuelva abrir la puerta pero sin rejas.

Hasta que llegue ese esperado momento, el portón del penal sigue cerrado con un candado y una gruesa cadena. Mientras los posibles inversores participaban el foro sobre termalismo en el Liceo, La Región accedió al presidio para supervisar su estado después de tantos años de abandono.

Según se entra, a la derecha, se encuentran las salas de cacheos y las cabinas en las que los encarcelados tenían el vis a vis con familiares y amigos. Tres para este fin y una para comunicarse con el juez. Todavía sobrebiven las colillas de los últimos cigarrillos que fueron apurados con la intensidad de las conversaciones desesperadas.

Ese pasillo comunica con el despacho del 'señor administrador', como puede leerse en la pared. En la estancia solo se mantiene derecha una caja fuerte que está cerrada.

Al lado, las dependencias del director aún conservan la madera que simbolizaba quién madaba en esta plaza. En las estancias que ocupaban los funcionarios resiste algún retrete y los azulejos.

Desandando el camino, uno cae en el patio central en el que ahora pasea a sus anchas la maleza hasta introducirse por los ventanales con los cristales cascacados. En los baños, duchas, sala de televisión o el despaho del logopeda solo hay pistas de su antigua ocupación. El sótano acoge lo que fue la cocina, el comedor, con una hermoso graffiti reciente, y la lavandería. En las cuerdas de tener la ropa se balancean pinzas olvidadas.

Las 17 celdas del piso superior, con sala para hombres y dependencia para mujeres, enseñan los develos de los últimos reos en paredes desleídas. Predominan las pinturas de Cristo y mensajes a la amada o proclamación del día de la libertad. Los palotes para descontar los días en presidio predominan en estos cubículos carcomidos por el paso del tiempo. Muchos de los techos se han vencido como la plomada, dejando la imagen de boca desdentada. En una celda sellada por una ventana de ladrillos se ven los restos de un fuego reciente prendido por un prisionero, pero este es de la vida. Chico listo. Lo ha hecho en la única estancia en que la lumbre no puede ser vista desde la calle.

A la cárcel le puede haber llegado la hora en la que todo el mundo quiera entrar. Cuando sea hotel balneario.

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