José Manuel Fernández Anguiano

José Manuel Fernández Anguiano, el agrónomo de los cien proyectos, realizados unos, realizables otros

JOSÉ PAZ
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Recordado por su carácter afable no simplemente por hombre de carácter que suele atribuirse por el lado peyorativo de mal carácter, Aguiano era ese inquieto ser que no inadvertido pasaría al que siempre hallarías en no docena de proyectos sino en incontables, cual emprendedor como hoy se dice, no obstante su profesión de funcionario técnico de carrera, como perito o ingeniero técnico agrícola que era, lo que podría invitar a una plácida vida, que no era su caso.

Nunca reconocible como hombre en el conformismo instalado, se le veía apoyando cualquier empresa al campo ligada, y muy particularmente, en el caso de Meisa (Manzaneda Estación Invernal Sociedad Anónima) fue un incondicional con el fundador José Luis Outeiriño, “Pilís”, del que tan amigo, que aunque los vieras regañando, y alguna vez testigo fui de ello cuando llevaba yo lo de prensa en la estación invernal, allá por los 70-80, en los que uno presidente y el otro vicepresidente, ambos, de caracteres dispares pero sin embargo, de una compenetración tal que más allá de la fundación duraría, después y también cuando de la Estación de Montaña se fueron haciendo cargo otras entidades. Incluso la estampa de los dos esquiando era familiar por aquellos años, y fuera de las temporadas de esquí. Y por siempre la amistad continuaría, incluso cuando uno de salud más quebrantada como demostrando que aquí estoy yo para todo... y lo estuvo.

Yo con Anguiano, que era como se le mentaba por doquiera, campeón de la esplendidez, menos relación de la que quisiera, aunque siempre que podía, el encontradizo con él, porque de él me agradaba su agudeza, ese su sentido crítico sin molestar y esa capacidad creativa que tenía, siempre bullente en ideas para potenciar nuestro agro, porque cómo iba a imaginarlo con esa visión de plantador de un castiñero allá en las orientales tierras de Larouco. Pues si, como si visionario, Anguiano se atrevió con un cultivo ignorando, con una previsión a largo plazo, el axioma latino de agricola serit arbores qui proderunt altero seculo (el agricultor planta árboles que aprovecharán a otro siglo). En su caso la plantación produciría unos frutos, castañas, que él vería, para recordarnos que los castaños son una parte de la cultura de Galicia, siendo un fruto muy presente en la dieta gallega antes de la introducción de la patata. Siendo también parte destacada de una riqueza frutícola de nuestros cultivos.  Anguiano arrumbaría con el antedicho proverbio latino: Vería los frutos en su siglo. 

Era cual explorador, amante de la improvisación, estudiada en su caso, haciendo inmersiones en el cultivo del castaño que no debería dejarse en su estado natural sino potenciándolo aireando la tierra, regándolo puntualmente para evitar la plaga de la tinta; fue como un apóstol de todo esto, de lo que al campo se refería, que él se echaba la manta a la cabeza para incluso ignorar las mermas que la agricultura acarrea como la intemperie de heladas, lluvias constantes, granizos, plagas. Todas estas contingencias no le detenían sino que a ellas aplicado para superarlas no solo en las plantaciones de vides sino también en las del novedoso kiwi que tan bien prospera por estos lares. Anguiano era un innovador, promotor o negociante con mucho olfato.

Estampa ciudadana

Recuerdo a los Anguiano como familia conocida y asociada a las Burgas y a una recia casa de piedra, de cuatro pisos, derecha e izquierda, demolida hace casi una veintena para edificar el próximo balneario o ese fin tenía porque la casa, desmontada piedra a piedra y acumulada en el costado norte de la finca. Cada vez que pasábamos por el puente de la Burga a veces coincidíamos con él mismo o con su hermano Luis.

La estampa del matrimonio Anguiano-García en todos los eventos ciudadanos era muy frecuente y su conexión con la ciudad, tanto que más que quedar con ellos los veías si te asomabas por las calles más céntricas, como pareja, de tan avenida, que uno solo parecieren. 

Agradaba pararse con ellos porque José Manuel siempre tenía ese verbo agudo para interesarte por algo y de mucho opinaba con cordura y, desde luego, conocimiento, que no pocas veces se procuraba sobre la marcha.

Tedi, su consorte y sus hijas Celia, Fátima, Beatriz y Coque sentirán que algo que llenaba su espacio ha dejado un hueco difícil de cubrir, como a nosotros mismos que no con él tan próximos y, sin embargo, conscientes de que Anguiano era un hombre difícilmente reemplazable en su mundo y en el de muchos; desde luego, de los que le trataban. Para él el recuerdo de esta casa a la que por suya tenía y ella a él apreciaba como hombre de la pacificación que en la dimensión a la que se traslade extenderá su modo de vida e hirviendo en actividad y proyectos, no pocos más allá de lo creíble, pero que te convencían por el optimismo de su trasmisor.

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