Lucía Fernández Coutado, nacida en Vigo pero con raíces en Vilarmeao (un pueblo de Viana do Bolo con apenas una docena de habitantes), traerá a la ciudad de Ourense su iniciativa “Creando educación social”, que ya ha estado presente durante las últimas semanas en Lugo, Vigo, Santiago y A Coruña.
¿Cuál es su principal objetivo?
Reflexionar sobre la necesidad del autocuidado y la importancia de esta profesión, en dos días de trabajo. Primero, habrá un taller presencial el próximo 24 de septiembre en el espacio Milénica Coworking (rúa do Progreso, 137), que se complementará con una sesión online al día siguiente . Ambas iniciativas son gratuitas. Además de algunas sorpresas, habrá una sesión de catering vegano, y construiremos botellas de la calma (con agua y purpurina) contra el estrés. La sensación que transmiten es de una tranquilidad impresionante.
¿En qué situación se encuentra la educación social?
Es una profesión muy invisibilizada. A mí me repetían una y otra vez que no tenía salidas. Pero “Creando educación social”, que comencé en 2016 como una iniciativa en redes sociales mientras estudiaba, ya acumula más de 17.000 seguidores, y ahora llevo desde febrero trabajando como autónoma.
¿Queda mucho por hacer?
Sí. Los convenios de la educación social son horribles, a menudo realizan nuestras funciones desde otras profesiones, como trabajo social, y además la mayoría del profesorado en el propio grado no es educador social, sino que procede de la pedagogía, por ejemplo. Incluso tuvimos oposiciones a comienzos del verano, y se podían presentar personas de otras profesiones.
Ante los episodios de violencia registrados últimamente, ¿cobra aún más importancia esta profesión?
La educación social es pura prevención de la violencia, y desde pequeños. Con 25 años, ya es un poco tarde. Educación social es acompañamiento, empoderamiento, empatía, en fin, una forma de vida: procesos socioeducativos que intervienen en la realidad para acompañar a las personas e intentar dar claves para mejorarla. Por lo que reivindicamos estar también en las escuelas, contra el bullying o con talleres de educación afectivo-sexual, que no basta con hacer una vez al año.
