Obituario | Amador Fernández Ferro, el “último mohicano” de aquellos tiempos del plomo en la prensa

A primeras horas de la tarde de ayer trascendió el fallecimiento de Amador Fernández Ferro, noticia que a pesar de su condición de nonagenario ha generado hondo pesar entre la gente que le conoció, que fue mucha. Jubilado de La Región, donde trabajó desde su primera juventud hasta el final de la etapa laboral, era el último representante de los tiempos del plomo en la prensa escrita. Tipógrafo de profesión, decían sus compañeros que siempre había destacado por su competencia, capacidad y agilidad en el trabajo, convirtiéndose en uno de los puntales del equipo que integraba los talleres de composición del periódico, con Paco Viejo, Hermógenes Rey, Manuel García y Julio Pereira. Con ellos, mano a mano, los linotipistas Victorino Carid, Antonio Sánchez Barrachina, Serafín Rodríguez, Juan Figueiredo, Manuel Piñeiro o Jaime Fernández.

Su capacidad profesional y dotes de liderazgo le llevaron a ser nombrado jefe de talleres en plena juventud, puesto desde el que pilotó el cierre del decimonónico sistema del plomo mediados los sesenta, para asumir con el mismo equipo el modernísimo sistema offset, última novedad tecnológica del sector en España y con la que La Región se convirtió en pionera.

Quienes vivieron aquella etapa no dudan -ni dudaron- en calificarla como un hito, que en realidad serían varios sucesivos, pues al calor de las posibilidades que brindaba la modernización y con el empuje que imprimía el entonces joven José Luis Outeiriño, nacieron nuevas iniciativas empresariales como la creación de Ferrol Diario o La Región Internacional que precisaron del titánico esfuerzo de quienes participaron en su gestión, gestación y desarrollo. Amador siempre disfrutó de su trabajo y aun cuando ya gozaba de la merecida jubilación proclamaba con orgullo la labor colectiva de quienes le acompañaron en aquella intensa andadura.

Paralelamente, disfrutó de las alegrías que le proporcionó la creación de su familia, con Ángeles como Pilar, a la que fueron sumándose hijos -dos de ellos también trabajadores de La Región-, luego nietos e incluso los biznietos, con los que disfrutaban en el retiro que se habían procurado en Piñor. Pero la longevidad no le ha resultado gratuita, puesto que ha tenido que llorar y afrontar la pérdida de su esposa, una hija, una nieta, una nuera y un yerno. Durísimos trances que afrontó con la serenidad y entereza que le caracterizaron hasta llegar ahora al punto de lo inevitable. Sus restos recibirán hoy sepultura en Piñor, junto a los que quiso tanto. Seremos muchos los que le echaremos de menos.

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