Benito Villamarín dejó Ourense a los 21 años para trasladarse a Sevilla. Allí inició una trayectoria empresarial de éxito que le llevó a la presidencia del Betis. El estadio ha recobrado el nombre del ilustre ourensano.

El ourensano que reconquistó Sevilla

Tras 13 años conocido como Estadio Manuel Ruíz de Lopera, el campo del fútbol del Betis volvió el año pasado a convertirse en el 'Benito Villamarín'. Todo un reconocimiento que los socios del club realizaron a uno de los presidentes más queridos y carismáticos de su historia. Una votación entre los abonados arrojó un total de 6.107 votos a favor de Benito Villamarín y tan sólo 160 votaron por continuar con el nombre de Ruíz de Lopera.
Entre los aficionados de mayor edad se guarda un profundo respeto por aquel ourensano que llegó a Sevilla muy joven, con 21 años de edad, y que pensaba hacer escala en la capital andaluza durante unas semanas, rumbo a América. Su objetivo, como el de tantos gallegos que habían emigrado antes que él, era Argentina, donde ya residía uno de sus hermanos. Por esos caprichos del destino lo que iba a ser una estancia temporal se transformó en un para siempre. La 'culpa' de este cambio de planes fue de una joven sevillana, llamada Ángeles Guillén, y con la que se acabó casando dos años después.

Benito Villamarín había comenzado a trabajar en Sevilla en una empresa dirigida por un tío suyo dedicada a la exportación de aceitunas. Pero nada más casarse se establece por su cuenta y crea su propia negocio especializado también en el mismo género. Son aceitunas dedicadas la exportación y gran parte de la producción tienen como cliente final los EE.UU.

Son años de intenso trabajo y el esfuerzo y la constancia convirtieron al joven ourensano en un industrial de éxito. De su matrimonio con Ángeles nacieron seis hijos, cuatro mujeres y dos varones: Angelines, María Luisa, Sofía, Benito, Antonio y Amelia. María Luisa es la segunda hija del matrimonio y estuvo muy ligada a su padre que falleció cuando ella cumplió los 21 años. Para ella, al igual que para el resto de sus hermanos, la recuperación del nombre de su padre para el estadio del Betis es un todo orgullo: 'Nunca nos quejamos cuando quitaron su nombre del campo de fútbol, pero nos pareció que era injusto con nuestro padre. Cuando él llegó a la presidencia era un equipo que no tenía nada y cuando la dejó les dejaba un campo de fútbol nuevo'.

Hoy todos los hermanos han revivido el orgullo de ver honrada la memoria de su padre. 'Fueron años muy tristes porque parecía que querían borrar todo lo que recordara a nuestro padre', relata María Luisa que no olvida los desplantes de Ruíz de Lopera que llegó a acusar a Benito Villamarín de no ser un auténtico bético por sus orígenes gallegos.


PASIÓN BÉTICA

El cuarto hijo del matrimonio se llama también Benito Villamarín y reside en Madrid, es el único que lo hace fuera de Sevilla. Como toda la familia es bético hasta la médula porque la pasión de por el fútbol se vivía de forma muy intensa en aquel hogar. Guarda pocos recuerdos de su padre porque falleció cuando tenía 13 años, pero conoce bien la historia de la familia porque la ha oído muchas veces.

Benito, que hoy tiene 57 años, recuerda que fue el general Sáez de Buruaga quien convenció a su padre para que aceptara la presidencia del aquel Club de Fútbol en un momento en el que atravesaba serias dificultades, ya que llevaba siete años en tercera división. Ocupó la presidencia entre los años 1955 y 1965, y consiguió devolver al equipo a Primera División en 1957, tras quince años en las categorías inferiores.

En el año 1960 la salud de Benito Villamarín empieza a resentirse y es operado de cáncer de pulmón en Boston. La razón para operarse fuera de España tenía un doble motivo. Por un lado sus negocios en América le obligaban a pasar largas temporadas allí, mientras que por otro lado la sanidad privada norteamericana se había desarrollado con éxito en los últimos año y contaba con prestigiosos profesionales. La operación fue inicialmente un éxito, aunque años después el tumor se vuelve a reproducir. Finalmente, la enfermedad acabó con la vida del industrial ourensano el 15 de agosto de 1966.

A pesar de que la familia se ha asentado en Sevilla, todos ellos guardan gratos recuerdos de la casa familiar que aún conservan en Puga. Su padre nunca dejó de ir a Ourense, ya que allí vivían sus padres y los visitaba con frecuencia, al igual que a otros muchos familiares y amigos. Todavía se conversa la casa familiar en perfecto estado y es Benito el que con más frecuencia la visita. Tienen también primos hermanos en Puga con los que mantienen una estrecha relación.

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