El escritor de best sellers traducido a una treintena de idiomas participa hoy en el Foro La Región (20,15 horas en el Centro Cultural) para hablar sobre su obra y sus últimos descubrimientos en Galicia. Antes, a las 17,30 horas, firmará ejemplares de su último libro en el centro comercial La Región.
En su última novela, 'El ángel perdido', profundiza sobre el mito del Arca de Noé ¿la Biblia lo cuenta todo?
Durante mi expedición al monte Ararat, entre las fronteras de Irán, Armenia y Turkía, que escalé con el alpinista César Pérez, fui descubriendo que el relato del diluvio universal no es exclusivo de la Biblia porque encontré referencias de 2.000 años antes. Incluso hallé referencias a la construcción del arca y un canal de comunicación entre los dioses y el hombre.
Tuvo que ser duro el proceso de documentación.
Duro y largo, me llevó más de siete años y recorrí cinco países para poder estar en todos los escenarios en los que se desarrolla el libro. Como escritor es una responsabilidad mostrar que debajo de la ficción hay un poso de realidad.
Sobre todo, cuando se tratan temas sin bagaje científico previo.
Parece que son temas inaccesibles y alejados, como este del mito de Noé, pero al fijarse en escenarios como Galicia, que son claves en mi último libro porque es la región del mundo con más referencias a este tema, ves que son muy cercanos. Por ejemplo, se dice que Fisterra es el fin del mundo y después del diluvio posiblemente empezó desde allí la repoblación del planeta. Se puede decir incluso que la toponimía gallega es noética, con muchos nombres derivados como Noalla en Ourense, Noia en A Coruña o Noenlle en Lugo.
La crisis aumenta el interés por los temas del fin del mundo?
Siempre lo ha habido, pero mi visión es que el ser humano, en la peor de las situaciones, saca lo mejor de sí mismo y acaba venciendo.
Los tres forman parte de un todo, en los textos periodísticos o ensayos me formulo las preguntas y en la ficción intento responderlas.
¿Cuál es la receta del notable éxito de sus novelas?
Mis libros hacen alusión a preguntas filosóficas y existenciales que todos nos formulamos. En mi último libro recalco la idea del fin del mundo, pero no es nada nuevo, porque en la historia siempre hubo la sensación de que el mundo se va a acabar, pero es un miedo que enmascara nuestra propia muerte.
Durante mi expedición al monte Ararat, entre las fronteras de Irán, Armenia y Turkía, que escalé con el alpinista César Pérez, fui descubriendo que el relato del diluvio universal no es exclusivo de la Biblia porque encontré referencias de 2.000 años antes. Incluso hallé referencias a la construcción del arca y un canal de comunicación entre los dioses y el hombre.
Tuvo que ser duro el proceso de documentación.
Duro y largo, me llevó más de siete años y recorrí cinco países para poder estar en todos los escenarios en los que se desarrolla el libro. Como escritor es una responsabilidad mostrar que debajo de la ficción hay un poso de realidad.
Sobre todo, cuando se tratan temas sin bagaje científico previo.
Parece que son temas inaccesibles y alejados, como este del mito de Noé, pero al fijarse en escenarios como Galicia, que son claves en mi último libro porque es la región del mundo con más referencias a este tema, ves que son muy cercanos. Por ejemplo, se dice que Fisterra es el fin del mundo y después del diluvio posiblemente empezó desde allí la repoblación del planeta. Se puede decir incluso que la toponimía gallega es noética, con muchos nombres derivados como Noalla en Ourense, Noia en A Coruña o Noenlle en Lugo.
La crisis aumenta el interés por los temas del fin del mundo?
Siempre lo ha habido, pero mi visión es que el ser humano, en la peor de las situaciones, saca lo mejor de sí mismo y acaba venciendo.
Los tres forman parte de un todo, en los textos periodísticos o ensayos me formulo las preguntas y en la ficción intento responderlas.
¿Cuál es la receta del notable éxito de sus novelas?
Mis libros hacen alusión a preguntas filosóficas y existenciales que todos nos formulamos. En mi último libro recalco la idea del fin del mundo, pero no es nada nuevo, porque en la historia siempre hubo la sensación de que el mundo se va a acabar, pero es un miedo que enmascara nuestra propia muerte.
