Tribuna

Tránsfugas

Nadie quiere a Jácome, ni 24 concejales de los 26 que votaron a favor de pedir su dimisión, ni tres cuartas partes de la ciudadanía

El profesor Javier García Roca, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid y letrado excedente del Tribunal Constitucional, en su trabajo “Representación política y transfuguismo: la libertad de mandato” se pregunta si el transfuguismo es siempre una patología, haciendo la siguiente reflexión: “¿Condenaríamos a un parlamentario que hubiera denunciado la creación de los GAL para luchar contra la violencia terrorista en un Estado de Derecho aún con más violencia? ¿O a un hombre bueno entre decenas que hubiere denunciado desde dentro la larga gestión irregular en materia urbanística de los miembros del GIL en el Ayuntamiento de Marbella? ¿O censuraríamos hoy al histórico socialdemócrata Sr. Fernández Ordóñez por dejar la UCD, un crisol de partidos, en la transición a la democracia y pasar al PSOE?”. Concluye el citado profesor que “no puede considerarse siempre como tránsfuga el que abandona por cualquier razón la disciplina del grupo”, que “a veces el representante que no asume la disciplina de un partido o grupo político no actúa de manera éticamente reprochable” y que “un representante escasamente disciplinado puede al cabo pretender fines constitucionalmente legítimos.”

En mi caso y en el de mis compañeros, los llamados críticos o díscolos de Democracia Ourensana, ahora calificados como trásfugas por una declaración personal y personalista, como todo lo que hace, de Gonzalo Pérez Jácome, revestida de una aparente legalidad democrática a través de una pseudo asamblea que ya hemos impugnado judicialmente, nos limitamos a denunciar unos hechos que consideramos podrían ser constitutivos de delito por ser esa una obligación que nos impone la ley habida cuenta de nuestra posición de cargos públicos, lo mismo que habría hecho, en su caso con notorio estruendo, el hoy alcalde si hubiere continuado en la oposición.

A partir de ahí, ceses, dimisiones, crisis institucional, insultos, amenazas, desprecios y bochorno, el bochorno de ver como una ciudad languidece sin que nadie sea capaz de poner remedio a una situación insostenible. Nadie quiere a Jácome, ni veinticuatro concejales de los veintiséis que votaron a favor de pedir su dimisión, ni tres cuartas partes de la ciudadanía consultada por una empresa demoscópica, ni parte de la prensa y medios de comunicación, según se desprende de sus líneas editoriales y, sin embargo, al final resulta que los tránsfugas somos nosotros.

Ver para creer. Nosotros no hemos cambiado con nuestro voto la situación política del Concello ni de la Diputación. Nosotros no nos fuimos, nos expulsaron. Nosotros ya estábamos en el gobierno, algunos con dedicación exclusiva, y nos cesaron. No parece ese, precisamente, el perfil típico de un tránsfuga.

Decía Theodore Roosvelt que “el ingrediente más importante de la fórmula del éxito es saberse llevar bien con los demás”. La capacidad de relacionarse es la aptitud de identificarse y establecer lazos con las personas de modo tal que aumente la influencia que sobre ellas se tiene. Para desarrollar proyectos es preciso trabajar y establecer vínculos y cuanto mejor sea esa relación mayor implicación y probabilidad de éxito. En el fondo son las relaciones con las personas las que dan sentido a la vida, como decía Karl Wilhelm Von Humboldt. Y aquí también falla el actual alcalde de Ourense, algo inadmisible en todo aquel que pretenda ser líder. Un dato, Democracia Ourensana obtuvo siete concejales en las últimas elecciones municipales y luego de tres dimisiones entró hasta el número diez de la lista electoral. De ese total de diez concejales, entre dimisiones, no adscritos y expulsados, el grupo municipal de dicha formación se ha visto reducido en la actualidad a sólo dos, uno de ellos el propio alcalde. Alguna reflexión merece esto.

Hay veces, y esta es una de ellas, en que el concepto de transfuguismo funciona como mero mecanismo de protección de las organizaciones políticas frente a sus fracasos, por incapacidad de sus líderes para mantener la unidad del grupo. Por tanto, no se puede tratar de objetivar una realidad que en origen tiene un puro componente subjetivo.

Es por ello que mis compañeros y yo no nos sentimos tránsfugas, y, si lo fuésemos, lo seríamos con mucho orgullo.

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