La familia de Alejandro González está luchando para que le hagan una prueba de epilepsia que lleva meses esperando
Desesperación, esta es la sensación que sufre a diario Lourdes Cantón. Su hijo, Alejandro González, de 32 años, es epiléptico de nacimiento y lleva desde marzo de 2022 esperando una prueba que le permita poner un estimulador vagal y así controlar los ataques.
Tras muchos años buscando una solución, en el CHUO le propusieron en 2019 ser derivado al Hospital Clínico Universitario de Santiago (CHUS) para comprobar si se le podía poner un estimulador vagal, ya que le dan los ataques muy a menudo y la medicación apenas le hace efecto.
Antes de ponerlo, en el CHUS le hicieron una resonancia magnética de alta definición y, tras realizarla, decidieron hacerle también un videoelectro, pero esta prueba nunca llegó. González lleva casi dos años, desde marzo de 2022, esperando para realizarla.
A raíz de esto, Cantón presentó dos reclamaciones en atención al paciente. “Me dijeron que estaba pendiente y que ellos me llamaban, como no lo hicieron puse una queja en la Consellería de Sanidade, no tuve respuesta, y en el Valedor do Pobo, ahí me respondió el CHUS diciéndome que estaba todo muy parado por culpa del covid”, cuenta.
La calidad de vida de González depende en gran parte de la colocación del estimulador, ya que solo en 2023 estuvo ingresado siete veces y tuvo 65 crisis generalizadas. “Mi hijo tiene el ánimo por los suelos porque para él es peligroso salir a la calle, ya que ahora le dan varias crisis en el mismo día, de hecho no puede andar solo”, explica Cantón.
Como consecuencia, González vive un día a día muy duro, ya que no puede trabajar, dedica su tiempo a ver la televisión y toma 13 pastillas diarias. Su padre, que es autónomo, y su madre, empleada del hogar, se turnan para no dejarlo solo.
