Reportaje

Ourense | Vivir en las calles del coronavirus

Un hombre duerme en un banco del parque de Os Remedios, la mañana del domingo (JOSÉ PAZ).
photo_camera Un hombre duerme en un banco del parque de Os Remedios, la mañana del domingo (JOSÉ PAZ).
El confinamiento para atajar el COVID-19 nos recuerda que muchos ciudadanos viven al raso y la calle es su modo de vida

Al despedirme, Narciso me indica cómo llegar hasta donde duerme, junto al Puente del Milenio. Lo anuncia con la misma normalidad que cualquiera de nosotros repetimos el número de portal, piso, junto a al código postal; en su caso, ese último detalle son los restos de una cinta que la Policía Local dispuso con las crecidas del Miño. Pero antes, me cuenta su vida.

Narciso Barreira es portugués, de Valpaços, y 55 años. Aunque la vida le ha dado muchos quiebros, gasta temple. Pero el del coronavirus ha sido para él una puñalada. Su existir es metáfora de la fragilidad humana y como el vivir, o lo que entendemos por vida, es lo más parecido a una de esas capas de una vulgar cebolla. La capa con la que cubre su cuerpo es el raso, la calle es muy dura, “hay gente en la calle que se quiere comer el mundo”, dice. Narciso sólo ha estudiado cuatro años, habla –dice- seis idiomas, su verdadera licenciatura fue la calle, en la que lleva tiempo, eso sí, ganándose a su manera la vida. Hasta el viernes hacia pompas de jabón a la entrada del Ponte Vella, tenía empatía con los chavales y los padres siempre le soltaban alguna moneda. “Sé tratar con los niños. Soy bastante bueno en esto”, apunta. Pero esta mañana para comer ha tenido que hurgar en la basura. Su castillo de naipes se vino abajo el viernes; donde antes hacía unas monedas con la gente que pasaba, de golpe y porrazo se ha esfumado todo. “Ahora nos ponen 14 días más, ¿no? ¡Madre mía! La forma de expresarlo suena a la desesperada. “¿Quién coño esperaba esto? añade. 

“No, yo mañana –por este lunes- voy a buscar una solución, voy al ayuntamiento y que me resuelvan esta situación”. Ojalá haya soluciones para todos. 


Vivir en la calle


Las calles están llenas de gente que duerme al raso, gente de paso y gente a los que un día, como a Narciso la vida les hizo un quiebro. Esta mañana he visto unos cuantos, en los parques, en los soportales, debajo de un puente como él, Narciso dice que hay hasta cien, ¿demasiados?

El confinamiento los ha dejado más abandonados que nunca. Personas que son la última capa de la cebolla. “Hay gente en la calle que yo los veo tan perdidos, pero yo tengo planes”, dice, como quien no se va resignar. “Yo cuando levante esto me voy de ciudad en ciudad, y en verano me busco la vida, intentaré ir a Sevilla, y si no a Ámsterdam, dirá más tarde, como para darle más empaque, allí tiene amigos, comenta.

OURENSE 15/03/2020.- Relatorio de coronavirus. Narciso Barreira, vivir en la calle. José Paz

Antes de caer y naufragar, Narciso fue jornalero, trabajó en la construcción y hasta en la mar, 19 años y  medio, “Estuve en 28 países, cosa que a mucha gente ya le gustaría”. Dice que no le gusta ir a las asistencias sociales, no por nada, sino por no ver a ciertas compañías. La calle es dura, reconoce, y hay gente que siempre van a liártela. Yo prefiero andar sólo, o con un compañero que anda un poco enfermo. Aunque, a veces, también se junta con los “ocupantes” del parque, tomamos unas cervezas y hablamos, pero luego yo a mi vida y ellos a la suya. Siempre que me necesitan ahí estoy.

Con el cierre de los negocios de hostelería dejó su móvil en la cafetería “Conganas”, donde tenía su oficina. En el local le han conseguido los fondos para sufragarle una nueva dentadura que ahora deberá esperar. Precisamente este lunes le iban a hacer las últimas pruebas.

Levente Sadean es rumano, lleva aquí 17 años. Con 24 años camino del trabajo en su bicicleta un “chaval con problemas” lo arrolló con su coche, allí se dejó la pierna por debajo de la rodilla, y casi la vida. Dos semanas después, el conductor moriría en otro accidente en Alemania. Antes -dice- tenía una pensión no contributiva, que hace 2 años le quitaron por tener el carnet rumano caducado, desde entonces vive en el parque de San Lázaro, donde sobran los problemas. Un joven le ayuda a subir y bajar hasta Ervedelo o una zona próxima donde es conocido, y pide limosna. Antes también lo hacía, pero con la ayuda de la pensión se podía permitir buscar un alquiler en una zona próxima. Dice, con su voz suave y su castellano accidentado, que hay gente que le ayuda, con comida y ropa. Cuando duerme, hay otros que como saben que siempre tiene algo de dinero, a veces en medio de la noche le dan patadas y le pegan para sacárselo. A veces ha recurrido al Hogar del Transeúnte, pero son tres días. De vuelta a casa vuelvo a ver a Narciso, va caminando y saluda en la distancia, a voces me dice que debajo del puente le ha quedado algo de comida. 

OURENSE 15/03/2020.- Relatorio de coronavirus. Vivir en la calle, Levente Sadean. José Paz

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