Vapeadores y otros humos

Vapeadores
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A pesar de que me siento un chaval, tengo que decir que he vivido personalmente muchos cambios en la sociedad. Son 40 años de experiencias, las cuales me sirven para recordar tiempos anteriores en los que por ejemplo, no existían los móviles. Tenías que llamar a los teléfonos fijos de cada casa para poder gestionar una quedada. La verdad es que no hacía mucha falta porque solo con gritar por la ventana lograbas llamar la atención de los coetáneos con los que pasabas las tardes.

También recuerdo quedar en las cafeterías del barrio, en las que era normal inhalar los humos de los cigarros de los adictos a esa cánula de hojas secas con la punta incandescente.

Con el pasar de los años, llegó la entrada en el siglo XXI. Además de no acabar el mundo como predecían muchos iluminados, entre otras cosas, llegó el cambio de moneda y la prohibición de fumar en empresas, restaurantes, pubs y lugares de ocio.

Hubo muchos detractores de la ley que refunfuñaban, pero había que entender que por muchos motivos, era algo lógico. Sabemos de sobra la culpa del tabaco sobre la gran mayoría de patologías respiratorias y corporales en general.

Más tarde, aparecieron los vapeadores. Sistemas electrónicos para disimular o hacer una transición más paulatina para las voluntades más débiles a dejar de fumar. Los dispositivos no son una opción. Que sean menos nocivos que el tabaco no los pone en un lugar de sustitución al tabaco tradicional. No dejan de ser falsos cigarros de plástico. Tienen en su centro de funcionamiento, una base de nicotina (en diferentes concentraciones), mezcladas con propilenglicol. Esta disolución está en un cartucho que, insertado en el cuerpo principal del falso cigarro, el cual está alimentado por una pila o batería recargable, la cual alimenta un circuito con un microchip incorporado. Al inhalar, se activa un LED que recuerda al tizón incandescente del cigarro, pero también está ordenando que se caliente la mezcla de propilenglicol y se vaporiza y entra en los pulmones del usuario. En el tabaco, con cada calada, estamos aspirando miles de sustancias nocivas, de las cuales decenas son realmente cancerígenas. Con el vapeo eliminamos gran parte de ellas de un plumazo, pero seguimos introduciendo a nuestro organismo elementos que no son angelitos.

Por otro lado, las tabacaleras se han gastado una gran cantidad de millones (pagados por el rebaño de fieles consumidores) para crear una alternativa como el dispositivo electrónico PM. A diferencia de los vapeadores, contiene tabaco real, en diferente formato y tamaño. La diferencia es que el tabaco es calentado y no quemado, por un dispositivo electrónico. La punta incandescente de un cigarrillo normal llega a los 600 grados centígrados, los cuales generan cientos de nuevas sustancias perjudiciales para la salud. El dispositivo PM, no combustiona a esa temperatura y “solo” llega a los 350 grados. A menor temperatura, menor creación de sustancias malas.

A mi entender, no hay productos o evoluciones del tabaco que sean el sustituto saludable de un vicio que hace tanto mal en la sociedad. La única evolución saludable a este mal, es dejarlo, sin más. Hay ayudas en el sistema público de salud para dejar de fumar, si es que el aprecio por la vida no es suficiente aliciente.

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