Charlie Watss, el inolvidable

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He tocado con mucha gente y un buen día tuve la fortuna de conocer a Mick y a Keith y entrar en los Rolling Stones. Esta es la música que yo hago, los Rolling Stones soy yo, son mi vida; el resto son pasiones e intereses alternativos” (Charlie Watts, batería de Rolling Stones).

Poco se escuchaba en España el rock musicalizado por los Rolling Stones en la década de los sesenta. La emisora internacional de la BBC que escuchaba pasada la medianoche emitía más canciones de los Beatles. Estos habían actuado en Madrid el 2 de julio de 1965. Fuera un concierto visto y no visto, por su duración y por la fuerte presencia de la policía. Un concierto para olvidar cuando los “grises” decidieron disolvernos a los asistentes a base de porrazos al final de la actuación, cuando pedíamos “bis”, “bis”. Aquella banda de cantantes melenudos influía negativamente en la juventud española, a la que la dictadura se afanaba en que profesara la mojigatería impregnada del nacional catolicismo.

Cuatro años, después de aquel concierto, respiraba yo otros aires. Londres era un oasis de libertad para curarnos de las heridas que supuraban desde el curso universitario del 68. Un par de días a mi llegada fui invitado a asistir al concierto gratuito que los Rolling Stones habían anunciado para el día 5 de julio en el Hyde Park londinense. Por fin, podría escuchar en directo a sus satánicas majestades. Dos días antes del concierto, se dio a conocer la extraña muerte de Brian Jones, uno de los fundadores del grupo, del que se apartara inmerso en la droga. La noche antes del concierto mucha gente ya había acudido al lugar. Una noche calurosa que sirvió de vigilia por la muerte de Jones con infinidad de velas encendidas.

Llegó el día señalado. Apretaba el calor, que muchos aliviaban echándose a las aguas del Serpentine. Cientos de miles de almas esperando el inicio del concierto. Mick Jagger rinde homenaje al ex compañero muerto al recitar la elegía “Adonis” que Percy Shelley dedicara a John Keats por su muerte en Roma: “¡Paz! No está muerto, no duerme…Ha despertado del sueño de la vida…” Terminado el poema, Jagger suelta mariposas blancas al aire. Empieza la actuación del grupo. Es Watts quien marca el ritmo con su batería, sus manos de seda irán elevando el tono hasta llevarnos a la esencia del rock. La entrada que hace a la pieza de “Honky Tonk Women” es soberbia. La melodía había salido al mercado el día anterior.

Pasado el concierto, Londres se llenaba de música de los Rolling Stones. No había disk-pub alguno del que no salieran las notas de “Satisfaction” o “Honky Tonk Women”, sobremanera. De ella me imbuía, frecuentemente, en aquel “Club des artistes” en Redcliff de South Kesington. Jamás me había imaginado que una batería era el alma del rock. El alma eran las manos de Charlie Watts. Una parte de mi memoria se ha ido con el ritmo de su batería

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