Gentes de todo el Estado acuden al santuario en busca de un sustento y un ambiente religioso

Los parados hallan refugio en As Ermidas

Begoña Miguélez, José Antonio Crespo y Carmen Borrajo.
El número de residentes en el santuario de As Ermidas aumentó en los últimos meses. La crisis económica arrastró hasta el antiguo seminario de O Bolo a un buen número de “víctimas”, según apuntó el sacerdote José Antonio Crespo, quien explica que “buscan una referencia religiosa y una salida a la precariedad” y encuentran aquí su medio de vida. Su número oscila en función de los empleos que surgen, aunque nunca baja de seis personas, que se añaden a los 20 residentes habituales.
En Semana Santa, las 50 camas del santuario de As Ermidas (O Bolo) dan cobijo a visitantes que llegan en busca de un ambiente espiritual que difícilmente encontrarán en otro lugar. Este año, se les sumó otro importante colectivo, el formado por las víctimas de la crisis. “Vinieron no sólo por una motivación religiosa, también por la situación económica”, explica José Antonio Crespo, uno de los curas del templo.

Este sacerdote explica que al santuario comenzó a llegar gente que busca “una referencia religiosa y una salida a la precariedad”. José Antonio Crespo dice que “tuvimos inmigrantes que se quedaron sin trabajo. La situación no es fácil, sobre todo en las ciudades”.

Es difícil calcular el número de personas que encuentran en este centro una tabla de salvación para sus penurias económicas, pues aquí nadie pregunta por las razones que llevan a sus visitantes a convivir con los 20 residentes habituales. En todo caso, este dato es variable y en los últimos meses nunca bajó de la media docena. Lo apunta José Antonio Crespo, quien añade que “cuando la persona encuentra una solución laboral se marcha”. Esta circunstancia le lleva a prever que el número descenderá cuando llegue el verano y el sector hostelero se recupere.

“Aquí no falta lo esencial para vivir”, explicó el cura, pero también añade que las comodidades son mínimas, pues la residencia carece de objetos superfluos, incluida la calefacción, si puede considerarse uno de ellos. En todo caso, dice: “tenemos huerta y horno para hacer el pan”. También llegan donativos de artículos básicos, como los alimentos. Eso sí, siempre excluyendo el dinero. “La gente pregunta qué hace falta y lo trae, siempre que no sea más de lo que se necesita y si en ese momento no se precisa nada también se le dice”, comentó y señaló que “pretendemos que para quien viene a nuestra casa sea como si va a la de su familia”.

La tranquilidad que supone tener un lugar como As Ermidas, al que acudir cuando se perdió casi todo, es un lujo en tiempos difíciles y hasta desde Madrid llegan personas buscando sobrevivir.

Crespo es capaz de encontrar un lado positivo al difícil presente y, refiriéndose a los residentes por causas económicas, dijo que “la crisis les ayudó a profundizar en el sentido de la vida”.

La recesión, al mismo tiempo que capta residentes para el antiguo seminario de As Ermidas, resta visitantes a su santuario. Lo apunta Ana Pereira, la guía que muestra el lugar a los visitantes. “Se nota la crisis. Vino menos gente que otros años”, dijo e inmediatamente añadió que “lo primero que se hace en tiempos difíciles es recortar en turismo y ocio”. A modo de anécdota, comenta que “antes preguntaban por un restaurante o un hotel, ahora por un merendero o un camping”.



“Aquí todo lo que se hace es en clave de Dios”


Además del colectivo que forman quienes acuden al antiguo seminario de As Ermidas para sobrevivir en tiempos de crisis también está el de aquellos que lo eligieron por su ambiente espiritual. “Son de todos los niveles y mucha gente repite”, comenta José Antonio Crespo.

El edificio cuenta con casi medio centenar de camas, incluida una zona habilitada para matrimonios. Aunque ayer ya habían llegado varios de los residentes, los sacerdotes esperan que hoy, coincidiendo con el Vía Crucis, se les sumen muchos más.

Begoña Miguélez es una médico de Lugo que visita regularmente el santuario desde hace dos años y admite que cambia las guardias con sus colegas para poder desplazarse hasta el centro religioso de O Bolo. “Para mí es lo prioritario pues elegí convivir en una comunidad que viva la fe. Cuando regreso a Lugo tengo mis tiempos de oración, pero no es lo mismo, pues aquí eso es lo cotidiano”.

A su lado, asiente la enfermera coruñesa Carmen Borrajo, quien confiesa que acude al santuario de As Ermidas desde el mismo momento en que decidió “vivir la vida en Cristo”. Abundando en este sentido, asegura que “aquí, todo es en clave de Dios”.

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