Exceso de peso

El diseño de las ciudades y su incidencia en la obesidad infantil.

La obesidad es un problema de salud que afecta a un amplio sector de la población infantil y juvenil. El último informe de la Comisión para acabar con la Obesidad Infantil (OMS 2016), señala que la obesidad ocupa el 5º lugar en el ranking de mortalidad a nivel mundial, afectando a 42 millones de niños menores de 5 años. La obesidad en la infancia puede ir acompañada de complicaciones de tipo psicológico (rechazo entre los compañeros, baja autoestima, aislamiento social…etc), que pueden contribuir al desarrollo de otros trastornos de conducta alimentaria. Y en la edad adulta se manifiesta en una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes tipo II, y algunos tipos de cánceres.

Aunque la obesidad está condicionada por factores genéticos, se considera como una enfermedad multifactorial en el que juegan un papel muy importante tanto los hábitos (incluyendo tanto a los adquiridos por imitación, como por imposición) como el ambiente (escuela, vivienda, publicidad, diseño urbanístico, seguridad vial,..…) en que los niños se desarrollan. Tradicionalmente la obesidad se aborda como un problema individual y los tratamientos suelen centrarse en la necesidad de cambiar los hábitos alimenticios o de fomentar la actividad física de los niños afectados, y siendo este enfoque correcto y necesario, de un tiempo a esta parte también se empieza a prestar atención al ambiente donde los niños realizan sus actividades cotidianas. Se introduce así una dimensión colectiva o ambiental que tiene en cuenta el ENTORNO en el que el niño se desarrolla.

Los especialistas distinguen entre entornos saludables, que se caracterizan por la ingesta de una dieta adecuada, equilibrada energéticamente, baja en azúcares y grasas y que se acompaña de un ambiente favorable para el desarrollo de la actividad física tanto en el ámbito escolar y familiar como en el de la ciudad, y entornos obesogénicos caracterizados por hábitos alimentarios inadecuados (raciones demasiado abundantes, con exceso de grasas y de azúcares simples), reforzados por la escasa actividad física y un ambiente (escuela, casa, ciudad) que favorece el sedentarismo.

LAS INSTITUCIONES

En consecuencia empieza a imponerse la idea de que para lograr que los niños se desarrollen en un entorno saludable, además de la implicación de la familia y de la comunidad educativa,  hay que contar con la colaboración de las distintas administraciones públicas, de las que depende el diseño y la planificación urbana (existencia de parques, vías peatonales, seguridad vial, alumbrado público…etc).

Desde esta perspectiva, la obesidad debería de abordarse a tres niveles:
En el hogar donde corresponde a las familias educar y proporcionar una dieta equilibrada; fomentar y acompañar al menor en las actividades que promuevan el ejercicio físico durante el tiempo de ocio; controlar el tiempo diario destinado a actividades sedentarias (tv, videojuegos, ordenador, ….etc).

En la escuela donde la comunidad educativa debería coordinarse con las familias para mejorar la educación nutricional, proporcionar menús escolares saludables en el de servicio de comedor, organizar una oferta de alimentos saludables en las máquinas expendedoras y en el bar, fomentar la práctica de deportes no competitivos y los recreos no sedentarios, etc.

A nivel municipal donde las administraciones deben empezar a convencerse de que el diseño urbanístico es un factor determinante para la salud ya que “…la presencia, en el entorno cercano de las viviendas, de espacios verdes (no necesariamente grandes parques), incide positivamente en la percepción de la salud y en la realización de actividad física” (P. Dadvand et al. Environment International. 2016).

Hoy  somos conscientes de que la dotación de zonas verdes y espacios dedicados al ocio activo en parques y jardines hace tiempo que dejó de ser una prioridad en la planificación urbanística y en consecuencia, cada vez hay menos espacios reservados para el juego de los niños y los adolescentes en nuestras plazas y jardines. En ocasiones el problema se ve agravado por las normativas que prohíben el juego, o el uso de balones y/o bicicletas, con la excusa de evitar “molestias o daños” a los usuarios de terrazas y/o mobiliario urbano.  Al situar el lucro económico y los intereses de unos pocos por encima de cualquier otra consideración, estamos atacando la razón de ser de nuestros espacios públicos y contribuyendo a la degradación y a la pérdida de atractivo de nuestras ciudades, comprometiendo su sostenibilidad  a medio plazo.

Es hora de que las administraciones públicas se impliquen en la lucha contra la obesidad promoviendo cambios en el entorno físico y en los usos y gestión de los espacios urbanos para contribuir a las mudanzas en los hábitos y formas de ocio que se están produciendo en el entorno social.

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