Rivero ofreció al límite y con el segundo triunfo en un agónico ¡ay!, muestra de capitanía y galones al mejor estilo Junyent
Oriol Junyent, el "eterno capitán" del Obradoiro, recibió ayer el homenaje de un Fontes do Sar que luce ya coronada la camiseta del 15 compostelano. Antes, el equipo de Moncho Fernández veía como Unicaja rompía planes y sistemas de los locales, además de parte de la cara de Corbacho -el alero abandonaba el Multiusos con un desgarro en un ojo-, para irse al descanso con 33-42 (32-38 lucía el marcador del Pazo en idéntico intermedio). Despertaba el Obradoiro -pasito a pasito destacaba Moncho Fernández a la conclusión-, para llevarse triunfo y alegrón en un final de partido que le servía de firma y marca después de conseguir el segundo mejor registro de su historia tras ganar 14 partidos en Liga ACB.
Obradoiro y COB, sin seguir caminos paralelos, vivieron ayer al menos similar cruce de sensaciones y el valor de un camino que los errores propios se encargan de ir empedrando. A los dos salía cara en la conclusión de una cita de récord para los compostelanos y que, en el caso de los ourensanos, tranquiliza el ánimo de un grupo ayer atenazado, y en demasiados momentos con el miedo en el cuerpo, ante los cruces del camino abierto en el segundo de los partidos de un Pazo lejos del ambiente esperado en una jornada con el sol como enemigo.
Dicen que el camino es más llevadero si al cayado que al peregrino acompaña suma el viaje los andares de compañero experto y versado en sendas. El deporte, como demasiadas veces el camino, carece en no pocas ocasiones de líderes que, como es el caso del "eterno capitán" del Obradoiro, tiren de corazón y cabeza aun en los peores momentos.
Rivero, al que si algo sobra en zurrón de caminante, es experiencia y recursos, ofreció al límite y con el segundo triunfo en un agónico ¡ay!, muestra de capitanía y galones al mejor estilo Junyent en el Sar. Sandalias desgastadas de tanto caminar, certificaba el capitán de los ourensanos triunfo y confianza de cara al inmediato viaje a Lleida. El camino incluso así es demasiado largo y aún abrupto como para detenerse...
