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Ourense de ayer
Era bastante antes de 1975, fecha en la que al Casco Viejo se otorgaba la declaración de “Conjunto Histórico Artístico” por las circunstancias que concurrían sobre la zona, a pesar de que por la época ya era muy evidente el descuido arquitectónico que campaba por las calles que conformaban el conjunto: Libertad, Dos de Mayo, Colón, Villar, Cervantes, etc. Por aquel entonces, comenzaba un éxodo demográfico de residentes de siempre en aquel barrio hacia otros lugares de la urbe, debido al natural afán de reasentarse cómodamente para vivir un futuro más actualizado que donde habían nacido y desarrollado sus antepasados. Por mor del paso del tiempo, viviendas y calles habían sufrido una decadencia implacable, laboriosa de restaurar para ponerse al día si se deseaba continuar dando preferencia residencial a un barrio descuidado de tal manera. Se acababa paulatinamente la pervivencia de personas mayores adaptadas al medio durante toda su existencia. Entonces, el ambiente social en sus términos generales fue perdiendo su caché; la vida en común de siempre, entre familias que gran parte de la jornada diaria la desarrollaban en la propia calle, a donde se sacaba la silla para compartir la comunicación entre vecinos, fue menguando de tal guisa que acabó por desaparecer para enclaustrarse en las modestas dependencias de sus hogares, dejando pasar las fechas, mermados de alicientes ilusionantes. El barrio viejo se fue entristeciendo, y poco a poco y en la medida en que era posible, los nietos de aquellos vetustos abuelos emigraban en pos de una más cómoda vida.
En consecuencia, el abandono de los inmuebles de un barrio que durante muchas generaciones había sido el alma, el epicentro de una ciudad peculiarmente viva, floreciente, alegre, se difuminaba para ir dando paso al abandono, la dejadez, al desamparo y poco tiempo después nos hemos ido dando cuenta de que, o se apuntalaban tantas y tantas entrañables casas ya vacías, o pronto aquello tendría similitud con las ruinas de Chernóbil. La inacción, el olor a humedad emergida de las rendijas de las agrietadas viviendas y la soledad se asentaron en las calles, por las que ya no era de agrado pasear, ni siquiera pasar.
Pero efectivamente allá por el 75, pasó de llamarse Barrio Viejo, a Barrio Antiguo, y poco más tarde declararle “Conjunto Histórico Artístico”, ¡casi nada! Parecía que les venían las prisas para darle manzanilla al enfermo moribundo. Las calles (algunas, sobre todo), ofrecían un aspecto tan lamentable que muchas casas con paredes de adobe amenazaban con desplomarse sobre la calzada, con consecuencias imprevisibles, teniendo apresuradamente que ser desguazadas interiormente en evitación de males mayores. Ya se había alcanzado una situación en la que era imprescindible hacer algo más que ponerle apósitos al herido, y se decide dejar en pie las fachadas “tornapuntándolas”, en espera de que con el tiempo se daría la solución ideal para rehacer el barrio, restaurando lo que fuese necesario para conservar la esencia que se pretendía, al concederle el pomposo “título” .
No me incumbe a mí en esta objetiva expresión de crítico meterme en los entresijos de cómo avanzan burocráticamente los trámites documentales referentes a la consecución del acabado de su total restauración. Desde luego, reconozco que se han hecho cosas, pero eso no es todo, no llegó a tener vida propia. Los establecimientos de Colón y otras calles no llegaron a funcionar bien, y los años pasan sin poder ofrecer por ejemplo al turismo escaso que nos visita, un barrio atractivo ciertamente histórico artístico, que había sido la eclosión de nuestra ciudad, y alrededor del cual se asentaron como no podía ser de otra manera, las más prestigiosas entidades, civiles y eclesiásticas, que suponían la regiduría de los ourensanos… El Concello, el Palacio Episcopal, la Catedral, Santa María Madre, la Trinidad, Santa Eufemia del Centro, Norte, el Museo Arqueolóxico, etc., todos los edificios debidamente conservados en su arquitectura… pero se dejó acabar en las ruinas la estructura urbana en su carácter de edificación ruaria, ahora difícil de recomponer, que a mi juicio no deja de ser tan importante como los edificios oficiales mencionados.
Es cierto que el Concello rehabilitó algunos inmuebles, pero ha sido como consecuencia de haberlos adquirido en propiedad para dedicarlos a dependencias municipales: Centro Cívico de Colón, etc. Pero no han resuelto hasta la fecha, por ejemplo, la restauración del colegio Sueiro en Libertad, 28 (más tarde Santa María Goretti), un sobrio caserón que tantos buenos recuerdos me trae, por haber recibido en él una primera parte de mi educación escolar. Y como este, otros muchos edificios del Barrio Viejo… perdón, del “Conjunto Histórico Artístico”… ¡qué despiste!
Por tanto, sepan en los órganos pertinentes encargados de remozar la zona mencionada, que llevamos varias décadas de retraso en tener totalmente rehabilitado un barrio sobre el cual nuestros antepasados asentaron la ciudad. Estoy seguro de que la totalidad de los ourensanos de hoy prefieren que el Concello invierta fondos en el tema y no en gastos superfluos a los que nos tienen acostumbrados. Háganlo ya, no gasten en caprichos, que no están los tiempos para ello.
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