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Filántropo además de músico, Jairo Zavala (Madrid, 1973) conformó infinidad de bandas desde mucho antes de cumplir la mayoría de edad, entre las más afamadas La Vacazul y Calexico, antes de convertirse en Depedro en 2007. Y en el Ouren Sound Fest presentará el repertorio de su último disco de estudio, “Máquina de piedad”, pero también “los clásicos que la gente quiere escuchar”. Porque lo suyo es el agradecimiento por una carrera tan bien recibida desde siempre tanto en España como en los Estados Unidos y América Latina. “No hay nada más bonito que tu repertorio forme parte de la memoria emocional y musical del público”, confiesa.
Si de emoción se trata, el músico madrileño acaba de regresar de Madagascar, en donde grabó un documental solidario con la oenegé Agua de Coco, con el fin de visibilizar la difícil situación de la infancia surafricana. Porque, al final, de las pequeñas experiencias de la vida nacen sus canciones. Canciones que, con sus sonidos fronterizos e influencias latinas con los ecos del tex mex, sonarán una vez más en Galicia, tierra que visita de forma asidua, según dice, por la “empatía” que experimenta con el público de estos lares.
Con motivo del Ouren Sound Fest volverás a Galicia, una tierra que sueles visitar con mucha frecuencia, además de haber compartido tu música con cantidad de músicos gallegos, entre ellos Iván Ferreiro y Luz Casal. ¿Cuál es el motivo de tanta empatía?
Quizás tengo ido mucho por la edad que tengo (risas). Llevo muchísimos años en la música y eso hace que haya ido mucho. Después, también tengo suerte de que el público gallego empatiza con el proyecto Depedro.
Y, ¿qué ofrecerás esta vez al público, en este caso al del Ouren Sound Fest?
Yo no hago el repertorio hasta diez minutos antes del concierto. Pero como es un festival, además de tocar las canciones más nuevas no me olvidaré de los clásicos que la gente quiere escuchar porque ahí, ya sabes, hay problemas. Yo soy muy agradecido al público y no puedo dejar de tocar las canciones que el público demanda. No hay nada más bonito que tu repertorio forme parte de la memoria emocional y musical de la gente.
Acabas de regresar de Madagascar, donde trabajaste con una oenegé para visibilizar la difícil situación que vive la infancia en el sur de África. De la experiencia nació el documental “Fanantenana, música para la esperanza”. ¿Cómo se hace para tener esperanza o un mensaje esperanzador viviendo realidades tan duras? En tu caso, aportaste tu granito de arena…
Yo creo que ellos, los niños, son la prueba evidente de la esperanza. Viven una espera activa. Y luego hay mucha gente maravillosa que sabe ayudar. Y es esa gente la que de su mano nos ha enseñado, como tú dices, para poner algo de nosotros en tan maravilloso trabajo y poner el foco en esa oenegé que hace tanto por esos niños.
Además de vivencias personales, a la hora de componer siempre te inspiró la realidad social y cultural. Pero, ¿cuál es el disparador para que compongas una canción?
No lo sé en concreto, pero sí que estoy siempre muy atento a mi entorno cercano, a historias pequeñas muy cercanas que de repente son cotidianas, pero generan movimientos muy poderosos. Estoy siempre muy atento a todas las fluctuaciones que pasan a mi lado e intento no caer en el tópico de mirar a las grandes ideas y perderme. Prefiero lo que tengo más cerca.
Al final, de una historia personal surge una historia que puede afectar a mucha gente, como te pasó cuando viviste de cerca las manifestaciones de los chilenos en pro de una mejora en la sanidad y en la educación y compusiste “Plegaria de los sufridores”…
Desde luego, pero lo cercano es lo que me pone en perspectiva. Es lo que tú dices, vivimos un acontecimiento muy duro en Chile y fue inevitable cantar y contar lo que pasó. Al final, los viajes y las experiencias personales se cuelan en las letras de las canciones. Pero, si te fijas, los cambios sociales también se producen en las familias. No solo hay que mirar a un gran movimiento de un país para darte cuenta de lo que pasa.
Hablamos de temas contundentes a nivel social. Pero, ¿por qué crees que hoy día hay una gran masa de gente que elige escuchar música, como la urbana, con letras que promueven lo contrario, el desinterés y la evasión de la realidad?
Siempre ha habido públicos de todo tipo y yo soy muy consciente de que transito en carretera secundaria, no pasa nada, yo estoy a gusto en este viaje. No tengo ningún problema en aceptarlo. Es algo normal. Cuando yo era niño la mayoría de mis amigos no consumían cine de Bergman, era gente que veía fútbol, que no es malo tampoco. No digo que haya que leer a Faulkner, sabes, qué va. Gracias a esta vida tan plural y tan variada hay tantos gustos como para que haya gente adepta al hedonismo como sentido vital. Pero que no es malo. Cada uno hace lo que puede y lo que quiere.
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