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Reportaje
Tras dos años tomando forma dentro de una nave industrial en el polígono de San Cibrao, hoy la Xeitosa II catará por fin el agua salada. “Han sido muchas horas aquí, sí; ya dicen mis amigos que tengo mucha moral”, bromea Pepe Senra, junto a su flamante embarcación. Se trata de una dorna, una barca pesquera propia de las costas y los ríos gallegos que se desarrolló hace unos 800 años. “Nuestros paisanos copiaron los barcos de los invasores vikingos, y ha sido desde entonces un elemento social y económico importantísimo en la vida de las comunidades de pescadores”, detalla Senra, orgulloso de su creación.
Cuenta que la ha hecho él entera, desde los planos al corte de la madera, y señala los elementos que hacen único a su barco: tiene vela triangular y no latina, para facilitar la navegación en solitario, y está construida de manera que queda a flote incluso si se cubre de agua por completo. La estructura incluye madera de pino, de roble y de wengué, una variedad tropical y de color oscuro. “Los marineros de ribera no usaban planos, sino plantillas”, explica el ourensano, y cuenta que, aunque intentó localizarlas, “me fue imposible”.
Mientras acaricia el costado de la embarcación, Senra recuerda que, cuando tenía 18 años, ya desmontó y reconstruyó una barca junto a su hermano y unos amigos. “Luego nos dedicamos a otras cosas, pero hace unos cinco o seis años se me ocurrió indagar en el tema de las dornas y me entraron ganas de construir una”. La primera Xeitosa fue una dorna más pequeña que reconstruyó y luego vendió -”era muy inestable para mí, bailaba”, recuerda-, y esta segunda supera en un metro de eslora a su predecesora: tiene cinco.
¿Habrá una Xeitosa III? A sus 74 años, Senra no frena el ritmo: “Mi próximo proyecto es un modelo de una dorna deportiva, manteniendo la técnica de construcción pero más estilizado, y de siete metros y medio”, asegura. Antes, construirá una maqueta más pequeña para ver cómo encajan las piezas, pero todo eso, no obstante, queda para el futuro. Hoy es momento de brindar, izar la vela en el polígono y llevar a la dorna del taller a conocer el mar.
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