Los efectos de aquellas “misiones”

Tribuna

Publicado: 11 jun 2020 - 09:23 Actualizado: 11 jun 2020 - 00:46

Quiero referirme hoy al momento en que, allá por 1950, se celebraron en Ourense aquellos acontecimientos que se definieron como “Misiones”. A la sazón hacía poco tiempo que con mis progenitores habíamos arribado a la ciudad procedentes de Verín, empezando a “desayunar” con los temas de la “capital”, y aquel acontecimiento me resultaba altamente novedoso. El caso es que, durante un periodo de tiempo, se celebraron como digo las “Misiones”, que se presuponía estaban organizadas por la entidad eclesiástica, aunque los oradores vestían con unas sotanas muy raras. A Ourense llegaron una serie de misioneros que –al menos así me lo parecía- procedían de Castilla u otros lugares de España, a juzgar por el peculiar tono de voz castellano cuando pronunciaban punzantes sermones que hacían temblar a los oyentes de la abarrotada sala con sus proclamas.

En el barrio del Puente se habilitó un espacioso local, aún en obra, situado en la calle de Río Arnoya (tras la Estación Empalme, aún sin terminar). Era un edificio en construcción, con la primera planta diáfana, en la cual cabía mucha gente para celebrar “aquellos oficios, religiosos” no sé si se definían así. Allí se asistía cada mañana, o al caer la tarde, por tandas de fieles, supongo que sería por la densidad de población de la zona en la cual se tenía el domicilio. Me queda la duda de si los pontinos del cogollo del barrio celebraban aquellos actos en la iglesia de la calle de las Caldas, o si el templo estaba al margen de los acontecimientos misionales.

El caso, y por eso lo traigo a palestra estos días de confinamiento, es que, aunque por distinto motivo, la ciudad en el tiempo que duró aquello también sufrió una extraña y momentánea alteración en el ambiente, en relación con el comportamiento ciudadano. Y me explico. Los discursos que los misioneros pronunciaban iban encaminados a la atracción de fieles hacia círculos religiosos, naturalmente católicos, a lo que no tengo nada que objetar, para eso era la misión; pero sí quiero analizar la lateralidad que se producía alrededor de aquellos acontecimientos, como alteración del comportamiento ciudadano. No cabe duda de que, a día de hoy, no tendría la misma notoriedad que en aquella época, en que resultó ser algo no sólo insólito para aquellas generaciones, sino cargado de una emotividad añadida, influyente sobre los valores morales y religiosos de la ciudadanía.

La jornada comenzaba con un estruendoso repiqueteo de campanas que despertaba a los ourensanos, sonando conjuntamente en todas las iglesias, indicando el comienzo de los actos en las diversas parroquias, a los que como antes comentaba había que asistir sí o sí, es decir, “voluntariamente obligados” por las autoridades eclesiásticas. Recuerdo que había una especie de selección de personas que, en función de no sé qué causas, asistían a diversas horas; y lo que resultó más notorio fue el éxodo de juventud para estudiar en el Seminario Menor, que era el único que había.

Pero lo que me impulsó a escribir este artículo precisamente en estos momentos, es memorizar el efecto que se derivaba sobre la ciudadanía, porque debido a tampoco sé que causa, en los sermones o lo que fuera, la gente, la poca que andaba por la calle, lo hacía en silencio, cabizbaja, como dudosa, pensativa, temerosa de algo, acongojada… habiendo como perdido la normal alegría que desde siempre caracterizaba a los ourensanos, amigos de las bromas, las chacotas, el inofensivo pitorreo, etc. No entro en las causas, pero comento los efectos, porque se deseaba que terminase cuanto antes. Cuando aquello, que duró más o menos diez o quince días, puso punto y final, daba la sensación de una liberación colectiva, no sé si corpórea o etérea. Y no es desde luego lo mismo, claro que no, pero quienes aún tengan recuerdo de aquellas “Misiones” memorizarán que en el ir y venir de la calle algunas cosas se parecían a esto que ahora sucede, salvo las mascarillas y los guantes claro. La gente se cohibía de relacionarse, de conversar, del alterne ocioso… Ahora, en esta pandemia que nos ha caído, con ciertos matices algunos detalles de convivencia en la calle se asemejan, y todos deseamos que cuanto antes se ponga también punto y final a este quebradero de cabeza.

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