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REPORTAJE
Andrea Regueiro y Brais Fernández son una rara avis entre los jóvenes porque comienzan a emprender antes de la treintena. Ellos, con 25 y 27 años, respectivamente, se han lanzado a abrir su propio negocio, y no uno cualquiera: se focalizaron en la apicultura porque les llamaba la atención y bajo esa curiosidad fue desde donde nació la marca “Raíña Celta”. Fue en O Irixo donde comenzaron con cuatro colmenas, en lo que era la casa de los abuelos de Regueiro. Por aquel entonces ambos vivían en Santiago, pero cuando llegaba el fin de semana cogían carretera y se iban al municipio ourensano a cuidar de las abejas. Hace tan solo un año decidieron “ponerse en serio”. Y ahora, a fecha de septiembre, tienen unas 90 colmenas, aunque su objetivo es llegar a las 200.
Abandonaron la capital gallega, donde emprendieron sus estudios, aunque siguen conservando ese hogar, pues una vez a la semana acuden allí por cuestiones de trabajo. Actualmente, residen de forma habitual en O Irixo, donde se sienten muy a gusto, pues a ambos les gusta el rural, tanto es así que planean quedarse “para siempre”. “Compaginamos las abejas con otros trabajos, pero la idea es vivir de esto y de otras cosas que nos permitan asentarnos en el pueblo”, cuenta Bernárdez.
La venta de miel la realizan a través de tiendas pequeñas, individualmente o a través de su página web. Por el momento, cuando toca repartir a las provincias de A Coruña u Ourense son ellos los que se encargan de realizar personalmente el reparto. Unas ventas que no solo se han quedado en los límites gallegos, sino que han conseguido expandir gracias a los envíos que realizan a toda España. Aunque no solo trabajan la miel, sino que también hacen velas o productos de cosmética natural. “La idea es que cuando tengamos más medios de producción podamos, poco a poco, hacer más cosas”, explica Regueiro.
La pareja intenta innovar a través de programas como “Apadrina una colmena”, en el que los interesados contribuyen a cuidar y proteger las abejas. Además, al final del año, las personas que han participado se llevan la miel producida de la colmena. Una iniciativa que ha tenido “muy buena acogida”.
Estos jóvenes no son solo pequeños empresarios, sino trabajadores en busca de un sueño que compaginan este proyecto individual con otros trabajos. Una rutina de “no parar”, tal como la define Andrea Regueiro, que comienza desde primera hora de la mañana, pero que seguramente acabará dando sus frutos.
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