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Ourense de ayer
Hoy quiero contaros cómo fue aquella llegada de la Vuelta a Ourense del 1 de mayo de 1960, es decir, hace más de 60 años. Ourense vivía ese día, y el siguiente, un evento deportivo concedido a nuestra ciudad, la Vuelta Ciclista a España con final de la cuarta etapa e inicio de la quinta al día siguiente. Tal vez a fecha de hoy no hubiera supuesto tanta importancia, ya que varias veces se repitió el evento, pero antes de aquel final de etapa no dispongo de datos para pensar que hubiese otra llegada similar.
Habían salido de Gijón el 29 de abril, iniciando la 15ª edición de la Vuelta, y después de pasar por A Coruña, hacían la 4ª etapa Vigo-Ourense para recorrer el trayecto más corto de la carrera, los 105 kilómetros que nos separan. Y entraron en el estadio de O Couto frescos y como balas los 80 corredores de los ocho equipos que luchaban por el título, después de consumir las 17 etapas que habrían de desarrollar al finalizar la ronda en Bilbao el 15 de mayo. Quizá el trayecto era montado así como previsión de no cansar demasiado a los corredores, ante lo que iban a sufrir al día siguiente para hacer los 287 hasta Zamora, que suponía la que iba a ser la etapa más larga de la ronda española.
El estadio estaba lleno a rebosar; en sus gradas no cabía un alfiler, y en toda la superficie del césped habían alojado docenas de carromatos pertenecientes a la caravana. Alrededor del terreno de juego discurría una pista de ceniza, que se supone que era la que había dado al campo la categoría de “estadio”. El acceso de los ciclistas se realizaba por un portalón situado justo donde ahora está la puerta de entrada de minusválidos y pases de favor los días de fútbol. Pues bien, aquella tarde llovía más que cuando enterraron al Marqués de Zafra (yo llegué a casa por la noche mojado como un pito). La pista de ceniza, a la cual habían aportado varios camiones de carbonilla de las máquinas del tren, para hacerla más practicable, no resultó satisfactoria del todo, pues lo que ocurrió fue que las ruedas de las bicicletas en la curva de la grada de General (ahora Fondo) se quedaban clavadas en aquel barro más negro que el azabache. Otras Vueltas posteriores tuvieron ya otros puntos de meta en Ourense, al haber suprimido la pista perimetral… (estación de San Francisco, calle del Paseo, Parque de San Lázaro, etc.). Esta fue la única que yo recuerde que acabó en O Couto.
El vencedor de la etapa fue el belga Franz De Mulder, que entró en el estadio bajo un chaparrón de agua impresionante, y que a la postre ganaría otras tres etapas más y acabaría venciendo en la General de la Vuelta, al llegar a Bilbao después del recorrido de 3.566 kilómetros. Entusiasmados estábamos los ourensanos con el grandioso evento, al cual acudieron cientos de aficionados al ciclismo desde todas las villas de la provincia. Eran dos festivos muy importantes a los que el deporte de la bici aportó un colorido especial en las calles centrales de la city, inédito hasta entonces.
Fue una carrera en cierto modo descafeinada porque de los 80 corredores que salieron de Gijón, solamente llegaron a Bilbao 24. Un servidor, como buen aficionado al ciclismo, la siguió todas las etapas puntualmente a través de La Región, e incluso tomaba notas. No sabía muy bien con qué fin, pero eso me gustaba y recientemente me han servido para confeccionar esta especie de minicrónica retrasada en el tiempo, seis décadas después. Y no quiero acabarla sin contar una anécdota sucedida en la etapa reina de San Sebastián-Vitoria. Era la 14ª, en la que tuvo lugar un monumental berrinche entre Federico Martín Bahamontes y la organización de la Vuelta. El toledano intercedió para que le fuese permitido a Julián San Emeterio continuar en carrera, a pesar de haber llegado a meta fuera de control. La petición no fue concedida, y Bahamontes amenazó con retirarse. No lo hizo, pero escapándose del pelotón con considerable ventaja para ganar la etapa siguiente, en represalia se bajó de la bicicleta para ser alcanzado y dejar pasar a todos; se quedó entonces voluntariamente descolgado, para llegar a la línea de meta una hora después del vencedor de la etapa a Santander. Se comentó que el médico de la Vuelta, para tapar el desaguisado, alegaría que Bahamontes sufría apendicitis.
No me acuerdo sin embargo del punto de salida al día siguiente hacia Zamora, pero el efecto llamada de aquellos dos días en que la caravana estuvo en la ciudad funcionó y fue decisivo para despertar en los ourensanos la afición a la bicicleta. Cierto es que después de aquella primera incursión hubo diversos finales de etapa en Ourense, muy vistosos, con buena calidad de corredores y extraordinario colorido, sin duda.
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