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Hoy se cumplen tres meses del asesinato de la joven iraní Mahsa Amini, detenida en la calle por la policía moral de su país al no cubrirse el pelo con el velo obligatorio. Su muerte ha provocado una oleada de protestas sociales sin precedentes en el país, liderada por mujeres. “Arriesgan su vida. Las que están saliendo a manifestarse se están exponiendo a todo lo peor que se nos pueda pasar por la cabeza”, explica la activista iraní Nilufar Saberi, que estos días visita Ourense. Saberi llegó a Madrid con 14 años, en los años 80, tras exiliarse de Irán con su familia.
Desde la diáspora sigue luchando como defensora de los Derechos Humanos, especializada en la situación de las mujeres en la República Islamista de Irán. Ayer, protagonizó una charla sobre su país en la Biblioteca Pública Nós de la ciudad, y mañana charlará con los asistentes a la proyección de la película iraní “Panah Panahi”, en el Cineclube Padre Feijóo.
¿Se parece en algo el Irán actual al país en el que nació?
En absoluto. El país que dejamos era un país desarrollado económica y socioculturalmente, donde los derechos de las mujeres en cuestión de igualdad estaban prácticamente logrados, incluso se podía abortar. En aquel momento, la población se levantó contra el sah (el último rey de Irán) porque no había pluralidad política, era una autocracia. Y tras la revolución nos metimos en una teocracia, lo peor que puede haber en el mundo, y con eso llevamos lidiando más de 40 años.
¿Ha vuelto?
No, no es grato ir a un sitio en el que no puedo entrar con mi nacionalidad española adquirida. Si quiero viajar allí tengo que hacerlo como iraní, lo que supone estar vendida a tu suerte. Tienes que usar velo obligatoriamente, y no hacerlo conlleva multas, la cárcel o incluso, como hemos visto, la muerte. Yo me niego a ponerme el velo, es el símbolo material del sometimiento de la mujer al islam político. Si la situación cambiase sí querría volver, claro. Tener la posibilidad de ir si quiero hacerlo ya me parece una maravilla.
¿Logra comunicarse con los que viven allí?
Sí, como pueden y cuando pueden. Su Internet está censurado, va muy lento, precisamente para impedir que los iraníes tengan acceso a la información de fuera. De hecho, a falta de prensa libre, toda persona con móvil se ha convertido en reportero. Y arriesga su vida por hacerlo, pueden detenerte por grabar y no vuelves a aparecer.
¿A qué se arriesgan las mujeres que salen a la calle?
A todo. Se están exponiendo a todo lo peor que se nos pueda pasar por la cabeza, y más. La represión es bestial, lo hacen para que nadie se atreva a seguir saliendo a las calles, para que se achiquen. Pero ahora no hay vuelta atrás, estamos todos juntos en esto, hombres y mujeres. No vamos a parar hasta que caiga esta teocracia islamista, no hay nada que nos puedan ofrecer, y si quieren gobernar tendrá que ser a los suyos, a esa minoría, al resto tendrán que matarlos.
¿Qué pueden hacer el resto de países?
Mucho, muchísimo. Tienen que dejar de tratar como legítimo a un régimen terrorista que está masacrando al pueblo, dejar de hacer tratos y negocios con ellos, dejar de hacerles llegar divisas para comprar armas…
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