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Arde una casa en Rairo, Ourense
Zulema y José son novios desde hace una semana. Se conocieron en la calle, cuando ella lo vio durmiendo en un portal y lo sacó de allí. No era un buen sitio para pasar la noche, pensó, y le animó a buscar alojamiento. Él se lo agradece y permanece junto a ella en el barrio de A Ponte, donde Zulema lleva años pidiendo limosna en la puerta de un supermercado.
Ella es de León y vino a Ourense tiempo ha. Trabajó de camarera, pero con la crisis perdió su trabajo y las opciones para subsistir se fueron agotando. Al final, pedir una ayuda y completar el sueldo con limosnas fue el único empleo que encontró en la ciudad. Mientras recuerda que tiene que ir a ver a su asistenta social, explica que cada mes recibe la Risga (Renta de inclusión social de Galicia) pero que, con casi 600 euros y la subida de precios, no es sencillo pagar facturas y comer cada día. Precisamente, para recibir esta ayuda es necesario tener un alquiler. “No es tan fácil que te la den y no te puedes olvidar de arreglar los papeles a tiempo”, dice. El alquiler es la principal demanda entre las familias o personas que solicitan ayudas sociales, según las entidades. Esto, sumado al encarecimiento de los precios, también contribuyó a que se solicitasen más prestaciones.
Antes de conocer a José y compartir avenida, el espacio de supermercados de la calle eran sus dominios. Allí conformaba parte de la rutina de numerosos vecinos. “Las señoras son muy amables, me conocen y saben que pido dinero para comer y no para otras cosas”, explica. Zulema reflexiona sobre la práctica de pedir. Según su perspectiva, hay diferentes perfiles, en su opinión, algunos con más honorabilidad que otros: “Hay gente que pide para drogas, pero no somos todos iguales, cuando nos conocen y nos ven todos los días saben que no lo hacemos por vicio. Las señoras son muy listas, saben distinguirnos”. José añade que “por unos pagamos todos”.
Su horario puede ser de mañana y tarde o solo de mañana, siempre a la par que el supermercado. “Puedes estar seis horas y otro rato por la tarde, pero hay que ver la época del año y siempre depende del día de la semana”, indica la mujer.
José es de Vigo, llegó hace poco más de dos meses a la ciudad de As Burgas. Dice que encontrar a Zulema fue “una bendición” porque “es mejor no estar solo en la calle. Más valen dos personas que se quieran y se cuiden. Es fácil que te vengan a pegar o a intentar robar, si alguien vigila vives más seguro”, apunta.
Ahora, se están planteando irse juntos a otra ciudad, donde tengan más oportunidades para salir de la calle o ganar más dinero. Solo hay algo que ata a Zulema a permanecer aquí: la cantidad de papeleo que debe hacer para no perder las ayudas sociales, sin las que, a día de hoy, no puede vivir.
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