“Romperíamos el cristal”

Los niños y los mayores del Centro Interxeracional de A Farixa, de la Fundación Amancio Ortega, intentan recuperar el contacto que se vieron obligados a perder con la pandemia. De momento, una gran cristalera les sirve de interacción.

Los más pequeños de la casa pintan un colorido mural en el Centro intergeneracional de A Farixa

Escuela infantil y centro de día. Niños menores de tres años conviviendo con mayores en el mismo espacio. Es la idea pionera que la Fundación Amancio Ortega montó en A Farixa y que, dos años después de la pandemia, intenta que el objetivo de este proyecto se cumpla a pesar de que los usuarios no pueden tocarse. Pero las trabajadoras sociales y las profesoras hacen lo posible para que unos no se olviden de otros. Y no pasa. A través del cristal, los niños saludan a sus mayores, pero la estructura también les permite realizar actividades en común, como la de un gran mural de pintura con el que entretenerse durante la mañana.

“Quiero trabajar”

“A mí me gustan mucho los niños, aunque sea a través del cristal, disfruto. Hay que tratarlos bien y darles mucho cariño. Y ellos también son cariñosos”, dice Sara, una de las mayores del Centro Interxeracional de A Farixa. Trabajó durante toda su vida con niños, en Venezuela, preparando desayunos. Ahora, tanto tiempo después, se sigue sintiendo útil: “Yo lo que quiero es trabajar y ayudar a los pequeños, no quiero estar quieta”, dice mientras le lleva el desayuno a una de las clases infantiles, donde la reciben con entusiasmo. Los mayores llevan el desayuno a los más pequeños y colocan los baberos en las mesas: interactúan y, a la vez, ejercitan la memoria aprendiendo los nombres de cada uno de los pequeños cuando realizan estas actividades.

Adriana Pérez, trabajadora social y supervisora del centro de día, explica que “tanto a uns como a outros se lles ve a necesidade de quitar o cristal do medio. Están desexando volver a interactuar”. Rosa María Gulín, directora de la escuela infantil, cuenta que “cando veñen os maiores a visitalos, van correndo a abrir a porta. Agárranse a eles. É moi enriquecedor porque hai moitos nenos que non teñen relación con persoas maiores, a vida cambiou moito. E aquí convivimos con xente de tódalas idades”.

“O que intentamos é manter o contacto e non olvidarnos de que somos un centro interxeracional. A idea é crear actividades que axudan a que, se nalgún día podemos volver ao de antes, haxa xa moito camiño recorrido e xa teñan confianza entre eles”, explica la trabajadora social. Están deseando “romper” esa gran cristalera que separa la escuela infantil del centro de día.

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