El saber hacer de la baronesa Sutti, diseñadora de moda enamorada de Ourense

Gucci, Prada, Cavalli… la carrera de Sonia Sutti osciló siempre entre casas de alta costura. Ahora, sin prescindir de su buen hacer y el gusto por la tradición, la baronesa diseña desde Ourense, una ciudad “fatta a misura d’uomo” (hecha a la medida del hombre)

Sonia Sutti, una célebre diseñadora italiana enamorada de Ourense

Cuando entramos en la casa de la baronesa Sonia María de Oliveira Prestes, no supimos donde posar la mirada. Cuadros -algunos más conceptuales, otros retratos familiares-, vestidos de alta costura, bustos de héroes griegos, mueblería rococó... El interiorismo que caracteriza su vivienda representa el testimonio de una vida dedicada al arte y a la estética.

Sonia Sutti (nombre artístico que emplea en el mundo de la moda) nos ofreció una copa de vinho verde nada más llegar. El fotógrafo, que estaba a punto de capturarla en su salón, rechazó su oferta y la anfitriona se llevó las manos a la cabeza: “¡Qué tragedia!”, dijo con acento italiano, como si se tratase de una muerte en una ópera de Puccini.

La baronesa se toma el protocolo y las buenas maneras muy en serio. Nació cerca de Venecia pero enseguida se mudó a Jundiaí, en Brasil. Su familia está relacionada con la monarquía portuguesa. El rey Pedro II entregó el título de barones del café a sus antepasados. Con esta doble nacionalidad pasó su infancia, desplazándose de un lado a otro del charco. Los incontables viajes solo eran la antesala de su vida futura. Nunca paró: a lo largo de su vida residió en más de ocho países. Todo por la moda.

Ya de joven, siendo menor de edad, mostró interés en la confección y el diseño, y se introdujo en un atelier de Brasil como traductora del italiano al portugués. Después le pagaron un curso de alemán, algo que a Sutti le apasionó. “Entonces conversaba con una señora para practicar. Sabía que yo me estaba iniciando en la costura. Un día me ofreció ayudar en un desfile para Nina Ricci en París y ya me quedé un tiempo a vivir”, recuerda. Otro idioma y sus primeras experiencias en la moda, trabajando para un atelier de la marca.

Cuatro años después, la reclamaron de Hugo Boss para trabajar en un taller de Berlín. “Era sastrería, pero yo era muy joven y me sirvió para aprender”, dice. Allá fue la baronesa. Después de tres años, decidió volver a Brasil. Abrió una escuela de diseño y tuvo su propio programa de televisión en Record TV, en el que comentaba estilismos con gracia y desparpajo.

Sin embargo, la catástrofe política y económica en su país estaba a punto de estallar. La inflación era insostenible y los alumnos de Sutti dejaron de ir a clase porque no las podían pagar. La carrera de la baronesa estaba en un buen momento, pero no tuvo más remedio que reinventarse: volvió a su Italia natal.

Allí montó un taller con seis trabajadores. “Un día llegó una señora interesada en comprarlo, pero yo acababa de acomodarlo. Días después vino un hombre con ella, que resultó ser el estilista Giorgio Kauten -famoso en su época-. Vio mi trabajo y me ofreció ser su directora en China, además de comprarme el taller”. A la semana, Sutti estaba camino de Hong Kong.

“Fui de las primeras que enseñó a los chinos cómo hacer alta moda. Por aquella época las máquinas de allí iban a pedal, la fuerza eléctrica caía, solo duraba tres horas. Era la directora técnica responsable de que saliesen dos millones de piezas al año para Italia y de la calidad de la producción de los vestidos”, señala. India fue el siguiente destino de la baronesa, su favorito. Gucci, Prada Dolce & Gabbana, Cavalli, Dior…Sutti pasó por numerosas casas de vanguardia, para las que bordó y confeccionó a mano. “Las piezas de colección bordadas en pedrería pasaban siempre por mí. Fue maravilloso”, indica.

Al recibir una nueva oferta, esta vez de Elisabetta Franchi, regresó a Italia. Llegaron los malos tiempos para esta italiana. “Tuve que parar porque me diagnosticaron un cáncer. Pero luché y vencí” , afirma. Los viajes y el ajetreo pararon por un tiempo, hasta que fue a visitar a sus amigas en la India. “Conocí a un senador y le conté mi vida. Él me habló de Adolfo Domínguez -del que yo nunca había oído nada- y mandé mi currículum bajo su recomendación”, indica.

Así es como Sutti descubrió Ourense. Según ella, una ciudad “fatta a misura d’uomo” (hecha a la medida del hombre). Afirma que sus médicos la atienden bien y que no tiene miedo en la calle. Ahora trata con sus clientas en un atelier casero y hace vida social en las calles del Casco Vello.

"Siempre aplaudí la feminidad, la cintura"

Para la protagonista de este reportaje la época de las supermodelo (los 90) fue el principio del fin. “Eran todas bambús, anoréxicas. La mujer tiene cadera, pare, no somos rectas. Siempre aplaudí la feminidad, la cintura, la cadera y el seno”, explica. “En esa época todo era diminuto y estrecho. Mis modelos ideales, para los que yo confeccioné, eran de la 38”, indica.

El llamado fast fashion la agobia. La mala calidad y las reproducciones instantáneas a bajo precio es algo que no puede más que criticar: “La moda no es algo temporal. El comercio lo hace así, pero no puede ser”. Lo dice sentada en un sofá de 160 años: “¿No lo ves? Es eterno. Hoy compras un mueble y a los cuatro años está desgastado”, apunta. “Vi nacer los tejidos sintéticos. Antes había que hacer matemáticas, llegábamos a los contornos del cuerpo humano con pinzas aquí y allá”.

Para ella, ahora todo vende bien en los escaparates, pero es efímero. “La gente compra ropa para tener algo más en el guardarropa, en vez de tener una selección buena y que pueda combinar”, afirma.

Su trato con las clientas también está muy relacionado con su pensamiento. Ella necesita conocerlas, hablar y visualizar para crear. Mientras explica su procedimiento saca un lápiz y una libreta y comienza a diseñar. En cinco minutos, un vestido de gala bocetado.

Sutti es moderna y jovial, persigue el disfrute sin olvidar la tradición, su pasado curtido en lo bien hecho, en lo que no desaparece con el paso del tiempo

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