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Si hay un monumento que se identifique con Ourense en toda su esencia ese es el Puente Romano. El primer paso sobre el Miño, que data del siglo I, todavía une el barrio de A Ponte con el resto de la ciudad y le da nombre a Ourense. Sin embargo, la dejadez en el mantenimiento de este emblema patrimonial es una constante. La Asociación para a Defensa do Patrimonio Galego (Apatrigal) alerta de la aparición de pintadas sobre otras que son más antiguas como resultado del abandono y la falta de limpieza del puente.
“É urxente que tomemos conciencia, que as administracións se impliquen seriamente na protección e o respecto ao patrimonio, A Ponte Romana é un punto emblemático da Vía da Plata, forma parte do Camiño Real e foi a vía principal da cidade durante séculos”, defiende el presidente de Apatrigal, Carlos Coto.
Los arcos del Puente Romano, que fue declarado como monumento histórico ya en 1961, son uno de los elementos más singulares del monumento. De hecho, las pintadas se acumulan en las zonas bajas de los pilares del puente, donde aún se conservan perpiaños de la fase romana. A pesar de la importancia patrimonial de este bien conservado, los vándalos quedan impunes y su huella sin borrar.
“Dise que o arco central foi o de maior luz das pontes en pedra do Imperio Romano”, apuntan desde Apatrigal, que califica las pintadas de “indesexable” huella de los vándalos.
De hecho, Apatrigal aplica al vandalismo sobre el Puente Romano la teoría de los cristales rotos. Esta sostiene que los signos visibles de delincuencia crean un entorno urbano que fomenta más delincuencia. Una ruta por las riberas del Miño, siguiendo la silueta del puente, visibiliza los resultados de esta teoría. Son firmas hechas por vándalos que en nada se parecen a grafitis de profesionales. Coincide la zona de mayor presencia de pintadas con uno de los arcos a los que se accede fácilmente desde el Paseo de las Ninfas, muy cercano a la playa de la Antena, zona de esparcimiento junto al río.
En los arcos del Puente Romano, las pintadas antiguas conviven con otras nuevas. Los vándalos superponen su huella sobre la de otros delincuentes. El resultado es la imagen de dejadez del Puente Romano, el gran emblema de la ciudad.
La gran mayoría de pintadas realizadas en el Puente Romano tienen antigüedad. El paso del tiempo complica aún más su retirada, según los expertos. A esta dificultad hay que añadir la actuación sobre la piedra, normalmente uno de los materiales con los que más les cuesta trabajar a los restauradores.
Según las estimaciones de Apatrigal, limpiar una pintada como la del arco central del Puente Romano puede superar los 15.000 euros de gasto. En concreto, estiman que las pintadas cuestan 500 euros por metro cuadrado en edificios históricos.
“Deberían poder identificar a los vándalos y que paguen los responsables. Si son menores, sus padres”, apuntan desde Apatrigal, aunque admiten la “dificultad” en el caso del Romano porque son pintadas “que llevan haciéndose años”.
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