Otero Pedrayo en La Región: "Nuestra ciudad en una guía vieja", artículo publicado el 14 de febrero de 1960
HEMEROTECA
Artículo publicado por Ramón Otero Pedrayo en La Región el 14 de febrero de 1960
NUESTRA CIUDAD EN UNA "GUÍA VIEJA"
Pocas lecturas tan gratas en momentos de indecisión y cansancio como las de guías de otro tiempo. Nos vuelven a los coches de caballos, los señores presumidos con las bandas azul y blancas de piel o rojas de sus casas, los cafés de espejos, la hora de las once de la mañana plena y juvenil, mayo del día en las antiguas ciudades de ritmos catedralicios. Esta "Guía de Galicia" que leemos no es muy antigua. El ejemplar tirado en un rincón de librería de lance no tiene principio ni fin. Por la abundancia de anuncios de Pontevedra, hay derecho a suponerla editada en una imprenta pontevedresa, por las noticias y referencias personales debe corresponder a los primeros años de nuestro siglo, al 2 ó al 3.
Literaria e informativamente es muy inferior a otras del siglo anterior como la de los señores Vázquez y Ribera, rica en datos y no pobre de estilo. La que nos ocupa ni siquiera ensaya una descripción de Orense; conserva como un eco perezoso la hermosa tábula de la fundación griega, y llena el espacio con listas de profesionales y de calles sin orden ni siquiera esa elemental elegancia tipográfica que hace agradables a los libros más modestos. Cuenta 18 médicos, 29 abogados, 15 procuradores. Entre los abogados suenan Moreno López, Luis Diéguez Gayón -en Pereira 2-, y don Vicente Nondedeu. Don Eduardo Moreno López tuvo durante poco tiempo bufete en colaboración con don Julio Cuevillas. Era obispo el señor Carrascosa, deán don Tomás Portaba-les, Rector del Seminario el magistral señor Carrascal; explicaba el señor Serrano Lugares Teológica, Hebreo don César Abellás. Era secretario de la Diputación don Claudio Fernández, el fino señor que leía a Montesquieu y pronunciaba con admiración el nombre de Víctor Hugo.
Se citan las "fondas" de Adolfo Obaya, Hijos de Isidora, Hotel de Roma y Ricardo Alvarez. De industrias y productos orensanos sólo se anuncian las aguas de Carballino. Dos malas reproducciones de la ventana de la capilla de S. Juan de la catedral, y del templo de Santo Domingo de Ribadavia componen la ilustración gráfica. La descripción de los "partidos judiciales" es igualmente pobre y cuajada de nombres.
En el Orense de los quince mil habitantes suscitamos hoy a través de esta guía la llegada del coche de Trives, la voz del incomparable Lisardo pregonando "El Eco", la reunión de los conservadores en su círculo frente al palacio episcopal, el paseo de Luciano Cid Hermida con su pipa por la Alameda, la rápida visita de D. Luis Diéguez a don Félix en la «Palma», las tertulias matinales de la Plaza. Asociamos cada villa de Orense con uno o unos nombres citados en la «guía»
En lo último reside el único atractivo del librillo. Sin duda el autor copió perezosamente, con incorrecciones y claros nombres, para él oscuros, para nosotros plenos de vida y recuerdo, como los personajes ordenados cándidamente en grupos expresivos alrededor de la Fuente de la vida o del Símbolo Pascual en los cuadros de los "primitivos" artistas flamencos. Alrededor del símbolo y "fuente de la vida" de nuestros once, de nuestros diez años, los señores de aquel tiempo, unos apesadumbrados y quejosos, otros finamente irónicos, los pocos trabajadores y los grandes y admirables desocupados, componen un momento único en el suceder de las generaciones, cuando los niños mirábamos a los "señores", a los viejos con respeto, con miedo a veces, y no pocas con un sentimiento de dolorosa compasión ante sus bigotes y frías colillas de derrotados, su soledad de toses y juegos de bastón en el paseo, las críticas amargas que no celaban ante los niños. En el Orense de los quince mil habitantes suscitamos hoy a través de esta guía la llegada del coche de Trives, la voz del incomparable Lisardo pregonando "El Eco", la reunión de los conservadores en su círculo frente al palacio episcopal, el paseo de Luciano Cid Hermida con su pipa por la Alameda, la rápida visita de D. Luis Diéguez a don Félix en la "Palma", las tertulias matinales de la Plaza. Asociamos cada villa de Orense con uno o unos nombres citados en la "guía". Ribadavia es don Leopoldo Meruéndano o don Fidel Varela; asociamos Celanova al nombre del P. Alejo Blanco, como en Carballino vemos la farmacia de Sieiro y el letrado Bernárdez camino de su jardín...
Ninguno, casi seguramente, ninguno vive de los eclesiásticos, profesionales y comerciantes citados como perezosa información. Es frecuente el tono de benévola y como piadosa zumba al tratar de cosas y gentes del Orense viejo. ¿Cuándo se inicia esta actitud? Tal vez con los mejores materiales del último tercio del siglo pasado. En todo caso disimula una ternura y un miedo. Aquellos señores, algunos de ellos por lo menos, arrastraban y reconocían el proceso de su época. Tuvieron nombre y fama, poder y fuerza. Nadie los recuerda. Quedan vivos tres nombres o cuatro, de escritores. Imaginamos como una cierta actualidad el vuelo del manteo de don Marcelo, el trabajoso pasar de Lamas Carvajal entre admiraciones y odios. Pasaron como la nieve de ayer en el castro del San Torcuato que miramos desde nuestra ventana. "Las neiges d'antan" del poeta. Pero el solo "pasar" es algo. Es... la historia.
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