Dale y dale del Verín

Dos goles muy al principio y muy al final le bastaron al Verín para conquistar la victoria en Velle, después de un partido en el que los errores que tuvo en la definición le obligaron a mantener la tensión más tiempo del que seguro habría deseado.

Calentaban ambos equipos bajo la música de Tino Casal, un atormentado como artista pero también como persona según los que han escrito sobre él. Atormentados o no, los verinenses salieron como un disparo, al minuto de juego ya se había jugado el bigote Viana para sacar el pelotazo de Mouriño.

Se cumplía apenas el siete cuando un saque de banda acabó en los dominios de Xoel, que resolvió con una chilenita que sobrepasó al guardameta. Era de ley.

Con el paso de los minutos fue despertando el Velle, que tuvo el gol todavía con el empate inicial gracias a un derechazo cruzado de Adrián Blanco. Jorge Salgado, en la única ocasión en la que fue requerido, desvió ágilmente hacia la esquina. Un detalle, pocos partidos de la llamada élite seguirá el 9 del Velle, el agarrón del que salió airoso mientras encaraba a uno de los centrales fulmina en Primera a arietes de más de ochenta kilos. Él prefirió no fingir. Bien por él.

Manejaba el Verín pero no perdía la cara el Velle, una mosca cojonera aunque le faltase maldad arriba. Perdió, es verdad, pero de la conexión Brais-Adrián Blanco pueden salir cosas buenas. Cuando ellos se entendieron crecieron los de Sabucedo.

Viana volvió a ganarse el sueldo, como en Luintra frente al Nogueira una semana atrás. Algunos de los balones que repelió seguro que le dejaron marca. Al filo del descanso volvió a vérselas con un delantero contrario, con Xoel de nuevo. Salió ganador. Él no lo sabía entonces, pero no era otra cosa que prolongar la agonía.

Fue volver de vestuarios y de nuevo Xoel ante Viana, con idéntica resolución. Un deja vú.

Visto que no era el día de acertar con la chochona de la feria, los de Vilachá recularon a la espera del gatillazo que les diera el vino y el jamón. Eso envalentonó al Velle, que merodeó y merodeó pero no pegó. Ser más inocente que el asa de un cubo tiene estas cosas.

A falta de veinte minutos encaró Hugo al portero. Nada, agua; como Carnero en la jugada siguiente, incapaz también de depositar la pelotita en la red.

Se acabó

Nada más parecía iba a pasar cuando Marcos Vilachá sorteó a todo aquél que se le puso en el camino y dejó el balón para Luis Ossorio, que, éste sí, acabó con la incertidumbre.