Opinión

Fuego

Otro año, otro verano, otro mes de agosto en el que el fuego se ceba con especial virulencia con una provincia que semeja indefensa ante el devastador paso de las llamas. Un año más, un nuevo verano en el que olor a humo y la cercanía de las llamas alarma y despierta todo menos las dormidas conciencias de los que juegan a la inmaterial ruleta del daño ajeno y colectivo. Ourensanos, y como tales, tan acostumbrados al gran enemigo de sus montes como hechos al sufrimiento del que ve su entorno natural desaparecer entre brasas y cenizas. Grupos de intervención deshechos en la lucha por su superviviencia y la de aquello destrozado cada verano, rostros tiznados, refuerzos insuficientes para frenar el avance de lo que hace de un domingo de fiesta un capítulo más en la historia de un drama provincial, natural y humano.

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