Opinión

La sonrisa de Montoro - Xosé A. Perouzo

El modelo de Montoro es el prestidigitador Juan Tamariz. Y no hablo del parecido físico entre ambos, sino de las capacidades para hacer juegos de ilusionismo con una sonrisa en la cara y una broma en los labios. La gran diferencia entre el modelo -el mago-, y el imitador -el ministro-, es que al primero los trucos le salen bien y el público no descubre el artificio. Al segundo las triquiñuelas contables se le caen de los titulares y el público se desespera ante los resultados de su torpeza.

Las sonrisas de Montoro alcanzaron la gloria diciendo aquello de “dejad que España se hunda que nosotros la levantaremos”. El país entero, incluidos los escépticos, pensó que el futuro ministro guardaba un as secreto en la manga y esperó con ansia el final del truco. No tenía ni as, ni conejo, ni varita mágica y la sonrisa era de cartón piedra. Se le cayó como una careta inservible.

Semanas atrás me contaron que Montoro había perdido la sonrisa. Puede usted constatarlo. Montoro ya no sonríe ni suelta chascarrillos, incluso no se atreve con las bravuconadas y amenazas del pasado. Me aseguraron que el ministro andaba buscando la sonrisa con desesperación por todos los rincones del Gobierno. Creyó haberla dejado en el Ministerio de Trabajo, pero cuando se enfrentó a las verdaderas cifras de parados, al aumento de la economía sumergida, a la emigración creciente y a la desesperación de los autónomos, comprendió que allí no estaba su sonrisa.

En el Ministerio de Economía se tropezó con los proxenetas, los narcotraficantes y defraudadores prestándoles cifras para que el PIB suene bien. El silbido le salió desafinado y se ahogó en la deuda. En Educación, Cultura y Deportes, la pitada fue taurina. De Sanidad salió espantado por la gestión del ébola y con los riñones recortados. En Fomento le dieron un pico y una pala para buscar la sonrisa en el doble fondo de alguna tarjeta opaca. Se tropezó con Rato y lloró. En Industria le robaron las energías alternativas y luego le subieron la factura otro 10% si quería poner luz en su vida, antes de mandarlo a por petróleo a Canarias. En Defensa a punta de misil le obligaron a subirles el gasto en armamento. En Agricultura le hablaron de Cañete. En Presidencia, con las encuestas en la mano y Cataluña en un suspiro, le hablaron de la confianza perdida… 

Desesperado recurrió a la Conferencia Episcopal pensando que, tras asignarles más de 192 millones de euros para 2015, allí podría estar esperándole la alegría. Le dieron con la agonizante Ley Gallardón en las narices. Entonces, como el payaso de la fábula, miró a la luna.

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