Opinión

EL 36 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE DOÑA FITA

El 9 de abril de 1975 nos dejaba para siempre doña Fita, esposa de don Ramón Otero Pedrayo. En Galicia, todos los que teníamos una parte de nuestro corazón en el hogar de don Ramón sabíamos que su enfermedad anunciaba para pronto su óbito, pero teníamos la esperanza de que se retrasara lo suficiente para que el patriarca de las letras gallegas pudiera abandonar el lecho en el que se encontraba como consecuencia de una caída en su propia casa. Pero las cosas no ocurrieron así. Doña Fita, tras una enfermedad que llevó como todos los sinsabores que en su vida tuvo, con gran espíritu, entregó su alma a Dios y entonces la lloramos todos. Por ella, por saber estar en todo momento y porque supo darle a don Ramón, con su amor y su dedicación, la felicidad que a él le apetecía; y por don Ramón, porque después de aquella convivencia entrañable unidos por el amor y la amistad se quedaba sólo y un día, contemplando su entorno, le oímos decir: 'Eu xa son como un carballo isolado batido por todo-los ventos'. Ella fue la compañera inseparable, la esposa y la madre, la tierna y solícita cuidadora del hombre excepcional. Ahora estaba solo, aunque eso sí, con la devoción y con el amor de todos los gallegos, pues todos los corazones de Galicia quieren latir al unísono del suyo.


Los funerales por el eterno descanso de doña Josefina Bustamante Muñoz de Otero Pedrayo tuvieron lugar en el templo parroquial de Santa Eufemia del Centro, y el posterior entierro, en el cementerio de San Francisco. Constituyeron una impresionante manifestación de duelo y en ella participaron centenares de personas y representaciones de toda Galicia.


El padre Isorna puso a doña Fita como ejemplo para todas las mujeres gallegas, y en la homilía dijo que nos dejaba como testamento y como herencia su propio amor para que todos sigamos cuidando de don Ramón en su ausencia. Las participaciones en el duelo fueron muy numerosas, especialmente de representantes de la cultura y de la ciencia. Millares de personas testimoniaron a don Ramón su condolencia por esta irreparable pérdida.


Doña Fita partía para la Casa del Padre, misterioso hogar, cansada de tanto bregar por Galicia dado que servir a don Ramón fue servir a Galicia.

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