Opinión

La nueva Europa: laicismo y cristianismo

El humanismo occidental postcristiano se formaliza en la época de la Ilustración y se pone en práctica durante la Revolución Francesa. El nuevo modelo ideológico presupone la edificación de una sociedad en la que la religión sólo puede tener espacio propio en la esfera privada. Según el laicismo, la religión debe separarse tanto del Estado como de la sociedad. No debe influir para nada en el desarrollo social, ni interferir en la vida política. Este modelo reduce la dimensión social de cualquier religión y constituye un desafío para la vocación misionera de muchas comunidades religiosas. Mina la posibilidad de predicar el Evangelio y de anunciar a Cristo al mundo. Si el modelo laicista se impone en Europa entonces la religión se verá confinada y relegada a “guetos” sin poder actuar en la vida pública. A la Iglesia no se le permitirá tener ningún contacto de tipo religioso. Ser creyente significa “ser un paria”. Los temas relacionados con la fe no se podrán tratar abiertamente y las propias convicciones religiosas habrá que mantenerlas ocultas y se evitarán controversias de temas espirituales. Para la religión el laicismo militante es tan peligroso como lo fue el ateismo y el marxismo-leninista. Los creyentes no podrán expresar abiertamente sus propias convicciones. El laicismo hace que la vida real de la Iglesia no interese a los periodistasn quienes sólo se interesan por los escándalos entre comunidades religiosas o en el seno de las mismas, como la pederastia. Los resultados de la política laicista son bastante evidentes en algunos países, sobre todo en los que no hay mayoría católica u ortodoxa.

Las catedrales están vacías; los seminarios teológicos, cerrados por falta de vocaciones. Los noviciados se convierten en geriátricos, las comunidades religiosas no se renuevan. Los lugares de culto se transforman en centros de actividades mundanales, como hostales y hoteles de gran lujo. En muchos casos es innegable que las propias diócesis son responsables de esta situación, pero el efecto destructor del laicismo negativo no podemos subestimarlo. La religión ha sido y sigue siendo expulsada de la esfera pública y cada vez está más marginada de la sociedad secularizada, y esto a pesar de que en todo el Occidente y en Europa en particular la mayoría de las gentes creen en Dios. En la Unión Europea ampliada, cada cultura y cada nación debe tener libertad para expresar su propia particularidad religiosa y también los creyentes que deben tener derecho a expresar su propio modelo de relación entre el Estado y la Iglesia. Es necesario conservar la unidad de los modelos sobre la relación estrecha entre la Iglesia y el Estado en el ámbito social y humanitario, así como en el campo de la instrucción, de la cultura y sobre todo de la religiosidad. A causa del laicismo imperante cada día la religión se apaga en la vida pública y queda relegada al ámbito de las conciencias. Este es el hecho fundamental religioso en los tiempos que nos tocó vivir.

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