Opinión

La insoportable levedad del crimen

Hay golpes en la vida, tan fuertes...Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma...Yo no sé!

(Del poema los “Heraldos negros”, de César

Vallejo)

El pasado día 14 de junio Socorro Pérez hubiera cumplido cuarenta y cuatro años de edad. Una vida segada por el infortunio y la muerte violenta de una mujer que al día de hoy ni la policía ni nadie ha podido esclarecer. Así, se especula mucho y se conoce poco dentro de la perenne curiosidad de la condición humana por saber o averiguar todo aquello que nos concierne. Es decir, desconocemos quién es el asesino y lo que en la jerga policial y detectivesca se denomina el cuerpo del delito; así como el móvil y las circunstancias del crimen. Y por no saber no sabemos ni el lugar donde se produjo el mismo por mucho que el cadáver o, mejor dicho, los restos hayan aparecido en las inmediaciones del seminario. Demasiadas preguntas sin respuestas. Un caso de tantos que los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado tienen que resolver para reparar el daño y ante la alarma social causada en la población de una pequeña capital de provincias.

Los cuervos

Pero antes de haber unos restos de cadáver hubo una desaparición de Socorro Pérez que duró treinta y cuatro días y que la familia vivió con angustia y desesperación. Me paro un momento ante la figura del desaparecido que por su especial relevancia afecta a la vida de las personas y por extensión a sus derechos y libertades protegidos tanto en nuestro ordenamiento jurídico como en el derecho internacional. Una pesadilla hasta que aparecieron los cuervos como en los mejores relatos de Edgar Allan Poe y gracias a su rastro y a la perseverancia de unos cazadores expertos, amigos del padre de la víctima, se pudo dar con los huesos y como es de costumbre darles cristiana sepultura y practicar el duelo.

En este sentido, nunca olvidaremos a la gente del pueblo llano que estuvo en todo momento al lado de la familia con grandes muestras de dolor, afecto y sentimientos compartidos. Gracias por todo ello.

Errores policiales

Hacemos hincapié que en el principio de la desaparición por parte de la Policía Nacional se abrieron demasiadas vías de investigación (sin que hubiera una unidad especializada en estos temas) que a juicio de la familia eran innecesarias, toda vez que se descartaban por ser bastante inverosímiles el suicidio y la desaparición voluntaria conociendo las relaciones personales y los ambientes en que se movía Socorro. Ese tiempo transcurrido se convirtió en el peor enemigo por la rigidez del protocolo policial y para no desechar ninguna hipótesis hasta tener -como se suele decir- el cadáver encima de la mesa.

En cualquier caso, la observación y un estudio detallado del escenario del crimen, las vías de investigación, tanto la empírica (pistas y testificaciones) y la racional (deducciones) junto a la utilización de las pruebas de ADN y las falsas hipótesis serán el caldo de cultivo del relato policial para resolver este misterioso crimen. Alguien disfrazado de cuervo, al otro lado, descuelga el teléfono: ¡Soco! ¡Eres Soco!

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