Opinión

1.700 años de San Martín de Tours (316-397)

Con gran solemnidad ha preparado la Diócesis de Ourense la solemnidad de su patrón S. Martín de Tours, que hoy se celebra coincidiendo con el 1.700 aniversario de su nacimiento. A esta efemérides se sumará un buen número de obispos españoles y portugueses. Y lo merece porque la figura del santo de Tours, nacido en el siglo cuarto en la actual Hungría, hijo de un tribuno militar, que estudia en Pavía y sirve a la guardia imperial romana, goza de gran fama en todo el mundo. También es patrón de Buenos Aires. Lucha contra Juliano en las Galias, vive en Milán hasta que en el año 356 se separa del ejército en Worms. Fiel e impetuoso, militar y audaz soldado durante veinte años y que, al igual que S. Ignacio de Loyola, la milicia le valió para su fe.

Su profundo carisma fue un estímulo para aquella sociedad decadente de su siglo. Defensor de la ortodoxia junto a Hilario de Poitiers en el Concilio de Beziers frente a los arrianos, lo que le costó el destierro por parte del emperador Constancio. En Oriente, junto con su madre, gustó de la vida monástica llevando más tarde el monacato a la Liguria. Su epitafio lo resume: “Martín es soldado por fuerza, obispo por obligación y monje por gusto”. En su época la Iglesia se había contagiado del hedonismo con un episcopado galo-romano cediendo ante el espíritu mundano y, frente a ello, Martín es consagrado obispo de Tours y trata de poner remedio. Funda el gran semillero de vocaciones que el seminario de Marmoutiers, de donde salieron los grandes reformadores del clero francés. Luchó por la santidad en la Iglesia promoviendo ascetas, pontífices y misioneros santos. Tanto Paulino de Nola como Sulpicio Severo relatan su gran dinamismo sacerdotal en la defensa de la fe contra del paganismo arriano. De hecho, una vez muerto y gracias a sus reliquias y a la gestión de San Martín de Dumio llegaron a la conversión los suevos con su rey Carriarico al frente.

Martín de Tours es hombre de comprensión y caridad. Lo primero le lleva incluso a ser criticado por tratar de defender a Prisciliano guiado por el principio de que “no es la violencia el mejor medio de combatir a los herejes”. Agotado en sus fuerzas físicas, se retira a su diócesis donde muere el 8 de noviembre del año 397 tras afirmar: “Si aún os soy necesario no rehusó el trabajo, que la voluntad de Dios se realice plenamente”. Ni temió vivir ni rehusó la muerte. Después de profundos estudios del P. Delhaye (bolandista) sobre el personaje, se descartó su vinculación prisciliana.

La partición de la capa en Amiens, siendo todavía soldado, y el gesto de limpiar el calzado a un esclavo son muestras de su caridad que se ha transmitido como dato iconográfico hasta nuestros días. Un hombre de carisma entre dos etapas de la historia; un personaje de futuro en una sociedad sin futuro que veía cercano el saqueo de Roma y la destitución de Rómulo, último emperador romano (476), las herejías de Nestóreo, las guerras, los cismas, los concilios… Presagia la “Ciudad de Dios” de S. Agustín como cambio en una sociedad entonces decadente.

Por todo ello su mensaje tiene para nuestros días una gran actualidad. La Iglesia, cuando declara a un santo patrón de cualquier institución lo hace en la certeza de que supone para ese organismo del que ejerce su patronazgo un ejemplo a seguir una persona a imitar. Todo eso debiera suponer para estas tierras que le honran y festejan también con los magostos en el tradicional veranillo de San Martín. Es patrón de Ourense, de la Catedral y de 32 parroquias más de la diócesis que hoy, junto a los magostos, festejan su patronazgo. Pero también lo es para incontables lugares del mundo y organismos de todo tipo como la abogacía ourensana.

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