Opinión

Jaulas de grillos

Me pregunto qué mal endémico mora en la política española cuando cada dos por tres afloran incomprensibles desavenencias. Y esto desde tiempo inmemorial. Ya ocurrió en Galicia contra Fernández Albor en los comienzos de la Autonomía. Pero las rivalidades internas dieron también al traste con la UCD, con “tamayazos” incluidos. Y en el PSOE, cosas parecidas: desavenencias entre Guerra y Boyer, los casos del GAL y la cárcel para Barrionuevo y Vera, y las clamorosas desavenencias de Pedro Sánchez con la dirección que le obligaron a darse de baja en el Congreso y en el partido para volver más tarde, en 2016, y en este año vuelve en medio de la crisis de su partido regido por una gestora y gana las elecciones generales de 2016. En junio de 2017 retornó a la Secretaría General tras imponerse en primarias a Susana Díaz y Patxi López y vencer en la moción de censura a Rajoy obteniendo la investidura con Podemos. Nada digamos de los ERE andaluces.

Gran presidente fue Adolfo Suárez, pero tuvo que morir para volcarse en elogios cuando le habían postergado de la UCD y del CDS. Triste espectáculo el de la política española en la que menudean zancadillas y, en el fondo, la lucha por el poder. Dan la impresión muchos de nuestros políticos que les gusta más el sillón que a un tonto una tiza. Es la realidad y el fruto de la poca categoría y talla de esta clase política sin liderazgos ni ideas serias ni hoja de ruta. Y, por otra parte, están muy callados cuando detentan el poder pero al perder el pesebre parecen víboras en busca de una presa. Una es la actitud en la oposición y otra bien distinta cuando detentan algún cargo. Y esta actitud es contagiosa. Era típico y de tradición que en la entrega de los Goya se hiciesen sonadas protestas. Este año estaba el presidente en el acto y ni rechistó nadie… sospechosa actitud.

Y esto está pasando en Madrid desde hace ya bastante tiempo y eso que están en el poder. Jaleos en tiempos de Fraga que tuvo que ir desde Santiago para repetir aquello célebre de “ni tutelas ni tu tías…”. Echaron a Hernández Mancha, a Verstrynge y muchos más. También las desavenencias de Esperanza Aguirre, Gallardón, Correa, Ignacio González entre ellos. Y, todo hay que decirlo, algunos acabaron en la cárcel y casi todos ante los tribunales.

Estos tristísimos desencuentros lo único que acarrean son divisiones, malestar y conflictos incomprensibles. Todo muy triste en esta jaula de grillos en la que se convierten algunos partidos. Hoy el caso es la derecha que se lo está poniendo en bandeja a su oposición. ¿Qué pretenden?, ¿gobernar con tantas reyertas y fuego subterráneo? Desde luego nada bueno. Y produce perplejidad precisamente después de las victorias de la derecha en Madrid. Con esto tiran por la borda toda la credibilidad. ¿De qué se quejan cuando Vox crece de forma constante? Se lo facilitan estos desaguisados.

Evidentemente por lo que estamos clamando muchos es por una limpieza a fondo tirando todo aquello que crea división y enfrentamiento y, sobre todo, una corrupción que ahora son las mascarillas pero han sido más cosas. Hasta tal punto que hacen bueno el refrán castellano de que “quien a la bodega va y no bebe, por borracho se le tiene”.

Esto es lo más grave de todo: el desprestigio de la democracia según la entienden quienes en realidad son sus depredadores. Nos recuerdan a Aristófanes cuando afirmaba que “la democracia convierte al hombre en parlanchín y pendenciero”. Y de eso hace ¡tantos siglos! En la misma cuna de la democracia que era Grecia, el autor, que tenía un gran sentido del humor, era capaz de llamar la atención a los políticos de entonces. ¿Hay quien les haga entrar en razón y demostrarles que si llegan al poder es para servicio del pueblo y nunca para servirse de él con buenas prebendas? Como si fuesen pocos los problemas mundiales para perder el tiempo en estas discusiones y en contemplar como éstas hacen variar las encuestas surgiendo formaciones que algunos llamaban “sindicato de cabreados”. ¿Quién se beneficia de todo este batiburrillo?

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