Opinión

Palabras...

Dicen que del mercado (negro) de las penas, todo el mundo regresa con su cruz; creemos que nuestro “INRI” es muy pesado, y al tentar los macizos maderos de los otros resulta ser nuestra cruz de fibra de carbono… Suelo decírselo a quienes me llegan con sus “miserere mei”, sus lágrimas al viento y sus vísceras en llamas. Después suelen llamarme -sus psiquiatras- para acusarme de intrusismo profesional… Si el verbo se hizo carne, conversar nos hace o semidioses o hechiceros. Siempre he dudado de los curanderos del alma con datafono en la consulta para pasar la Visa y de los adivinos con telefonillo en el portal. Pero nunca me ha decepcionado una buena máxima.

Mi madre, esa “Luz” que alumbró siempre mi camino, esa mujer sin viceversa, esa Santa, tenía otra locución que a mí se me antojaba incluso irreverente: “¡Con esas hostias leva o demo os Cristos!”, me decía. Me lo decía cada vez que se me caía algo de las manos, golpeaba algún objeto valioso o dejaba batir simplemente la puerta de mi cuarto. A mí me hacía gracia. De adultos, nos lo decíamos entre nosotros los hermanos: “¡Con esas hostias…!”; de padre se lo dije yo a mis hijos; y así nos lo fuimos pasando unos a otros, como una tradición familiar oral y sabia.

El caso es que, ¡zas!, llegan de pronto las nietas, que nada saben de cristos, ni de diablos, y menos aún de hostias; remitidas por sus padres, claro está, que tanto o más ignoran. Y yo les echo el cuento que a mí me echó la “abuelita Luz, que era una Santa”... “Abuelo, ¿qué es Santa?”. Y yo me hago el loco -y el poeta- y trato de seguir: Érase que se era una vez un sacerdote... “Abuelo, ¿qué es sacerdote?”… es un clérigo, un abad, un párroco, un capellán, tened paciencia... Que tenía un monaguillo que... “¿Monaguillo?, ¡qué palabra!”… que llevaba la cruz alzada en la procesión y al entrar en la sacristía golpeó con el Cristo el dintel de la puerta, y entonces el cura le recriminó: “¡Coidado rapaz, con esas hostias...!” Y al ver como me miran expectantes, los ojos como platos, y asustadas, intento, lo mejor que puedo, serenarlas: es como si hoy en día dijésemos: ¡con estos golpes, a tomar por culo el Ifhone!...

Y ahora viene lo bueno de la fábula: “No se dicen palabrotas -me dice la más pequeña- se dice 'chichófono', de chichón, porque el teléfono al caer se da golpes ¿no lo entiendes?”…

Bueno, como decía el comediante aquel de Cruz y Raya, “ahora van y lo cascan”.

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