Opinión

La verdad destituida

La Comunidad de Madrid ha destituido al consejero de Sanidad, el catedrático de Patología de la Complutense Javier Rodríguez, por felicitar a Teresa Romero “porque no se haya muerto” de ébola, y porque si él hubiera hecho mal su trabajo “ella no estaría hablando”, es decir, viva.

Dirigentes del PP y sus medios informativos cercanos atacaban a este viejo maestro a la antigua, destemplado y provocador, pero eficaz formando médicos, acusándolo de cruel por declaraciones similares basadas en la evidencia, como la medicina MBE: Teresa cambió varias veces la historia de su contagio.

Es tal el temor a ser políticamente incorrectos --la verdad debe disimularse--, que la misma derecha se ha vuelto hipócrita, cursi y blandengue, como las masas que lloran con “Sálvame” y se redimen con Podemos.

La mentalidad sentimental dominante nos exige, cuando unos criminales del Frente Atlético de Madrid, citados para despedazarse con los violentos de los Riazor Blues, matan a un contendiente, que debamos lamentar, ¿por qué?, esa muerte buscada. 

La sensiblería nos priva del sentido común: Teresa Romero admitió en una televisión amiga, la Cuatro, que se contagió tocándose la cara, pero Rodríguez no debe recordarlo porque ahora ella es una heroína popular, no quienes la curaron.

A pesar de los ataques al sistema madrileño de salud por sus recortes, básicamente sindical-burocráticos, sigue siendo uno de los mejores del mundo y sanó a Romero, desconcertando al gigantesco agit-prop político-reivindicativo que ocultamente deseaba que muriera.

Ahora Teresa pide una indemnización de 150.000 euros por el sacrificio de su perro de raza peligrosa que podría portar el Ébola, como si pagáramos la Seguridad Social para curar canes.

Esta es una Crónica Bárbara en la que el cronista no señala el dedo, sino la luna.

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