Opinión

Cuando aprieta la bota

Tezanos ya le ha dicho a Sánchez que es momento de espabilar

Cuando a los personajes públicos les aprieta la bota suelen volver la cara a la búsqueda de periodistas que les pongan buena cara y les sometan a un tiroteo de preguntas pactadas que ayuden al prócer en apuros a recuperar cancha. Eso debe haber ocurrido con el presidente del Gobierno, al que le urgía bajar el telón en ciertos episodios no muy favorables e iniciar un nuevo camino más acorde con la necesariamente difícil y castigada circunstancia, para lo que ha requerido los servicios de una cadena que no le da disgustos,  usando para esta reaparición el rostro amable y acogedor de Susanna Griso, una mujer atractiva, serena, con un programa bien visto y con fama de discreta y bien pensada. Grisso es más bien mansa y se ha acomodado a un espacio mañanero de actualidad no comprometida muy adecuado para que Sánchez retome la relación con el pueblo llano al que tenía abandonado. La entrevista -a qué engañarnos- da hasta apuro… La supuesta entrevistadora ofrece al presidente permanentes rutas de lucimiento y el presidente se permite incluso utilizar ese espacio de buena audiencia para poner a parir al partido de la oposición y al político que llega nuevo, y con el que va a tener que batirse en su camino a la Moncloa sabiendo que nadie le va a llevar la contraria ni le va a pedir fair play, moderación y honestidad. Da un poco de vergüenza asistir a estos sainetes pero ya Tezanos le ha dicho a Sánchez que hay que espabilar, que las encuestas no ofrecen un gran margen de manipulación y que tiene que recuperar el sitio. Que se ponga las pilas que esto buena pinta, lo que se dice buena pinta, no tiene.

A Sánchez el calzado le está haciendo ronchas y de ahí su sorprendente aparición en un programa de buena mañana que suele calar mayormente entre las amas de casa. Lejos quedan esos desplantes ante periodistas con más gana de lío a los que deja con la palabra en la boca, esas sonrisas caústicas, esos silencios, esa incomunicación deseada que suele manifestarse en el segundo año de Moncloa. Y sobre todo, la maldita costumbre de no dar explicaciones de nada, una suerte de despotismo ilustrado que el presidente ha estado utilizando sin mesura recauchutado su comportamiento a base de decretazos. Ahora, necesita periódicos y rostros amables que nos lo pongan guapo, le ablanden el ceño prieto y lo reconviertan en próximo y campechano. Qué poco valemos los periodistas madre de Dios. No servimos para nada.

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