Opinión

La ceja y la guerra

Recuerdo cuando un grupo de intelectuales y artistas se constituyó en movimiento político, designando como elemento distintivo el efecto de doblar el dedo  índice sobre la ceja para significar su entrega y su satisfacción por la causa de la paz que decidieron encarnar en el recién elegido presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Estaban en aquella cofradía que se creó tras los atentados del 11-M para saludar la victoria de un nuevo gobierno, Miguel Bosé, Concha Velasco, Ana Belén, Penélope Cruz, Javier Bardem, Víctor Manuel, Alberto Sanjuán y otros muchos personajes de mayor o menor renombre en el panorama de la creación artística.

El nuevo presidente y su ministro de Defensa, electos tras los comicios inmediatamente posteriores a los atentados de Madrid, permanecieron sentados al paso de la bandera de los Estados Unidos durante el desfile conmemorativo del día de las Fuerzas Armadas por la Castellana -gesto imprudente y poco meditado que acabó pasando y aún hoy pasa una onerosa factura-, y el terrorífico ciclo de respuesta a los atentados del 11-S concluyó aparentemente cuando un comando estadounidense se cobró la pieza más valorada de la cacería. La cabeza de Bin Laden en 2011.

El comportamiento de los Estados Unidos en el conflicto de Irak fue funesto y acabó por evidenciar que ni siquiera la razón que se esgrimió para la invasión del país fue cierta. No había armas de destrucción masiva escondidas en el arsenal de Sadam Huseín al que se capturó y ahorcó tras la victoria de la coalición aliada y la toma de Bagdad. Y el paso del tiempo demostró que había sido peor el remedio que la enfermedad pues la guerra se prolongó durante los años venideros y lleva causadas cinco mil bajas en el ejército estadounidense. Aquel “No a la guerra” de la cofradía de la ceja tuvo pues una razonable justificación. Hoy, todos se han vuelto mudos ante la atrocidad de Putin.

Unidas Podemos, que se encarga en nuestro país de defender las excelencias del tirano invasor y criminal Vladimir Putin ha resucitado el lema para legitimar su comportamiento. Es un indefendible eufemismo porque lo que hay que gritar es “no a la invasión del libre y soberano pueblo de Ucrania por Rusia y su ejército”. Lo demás es mentira. Y lo que es peor, esta farsa infame se proclama y se impone desde instancias de Gobierno. Poco queda ya por ver en este país nuestro aunque algunas sorpresas pueden producirse todavía. Si Putin nos deja tiempo para verlas, claro…

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