Opinión

Modelo impositivo escandinavo

Como vamos a tener secesionismo abundante de aquí hasta que en septiembre se vote la lista encabezada por un titiritero que se rebeló hace una semana y al que han callado la boca para que no vuelva a liarla, vamos a tener a Mas hasta en la sopa desgranando cada día unas gotas nuevas de soberanismo a la carta en la justificada creencia de que si deja fechas en blanco sin transmitir su palabra se le caerá este desvarío y ya no habrá posibilidad de rescatarlo. El ideario nacionalista tiene esa pega, y hay que estar todo el día alimentando expectativas y pidiendo sin descanso.

De no ser así, pierde su esencial motivación y se diluye. Suena a dramático sospechar que si Mas ganara esta apuesta delirante en la que se ha sumergido olvidando todo lo demás, perdería en realidad. Su misión se habría acabado, la misión del nacionalismo también, y la aventura política inspirada en una interpretación vibrante pero falsa de la historia llegaría a término. Resulta paradójico pero una Cataluña independiente acabaría con el nacionalismo y todos los que comen de ello y tienen en él su medio de existencia se quedarían a dos velas.

La última de las bondades de Artur Mas y su abundante círculo de expertos es la presentación del proyecto de Agencia Tributaria propia. Pensar que la primera oferta sobre el futuro administrativo de un país llamado Cataluña se basa en la explicación de cómo les cobrará impuestos a sus ciudadanos es bastante inquietante y el número cuatro de su propia lista para las elecciones autonómicas asegura que Cataluña está preparada para ser autosuficiente en materia fiscal desde el minuto uno de su independencia.

Pero escuchando a Mas y su concepción del fisco catalanista no hay nada que temer porque el sistema tampoco tendrá nada que ver con el que emplea hoy el Estado. El presidente insiste en que se basa en el modelo que aplican los países escandinavos que son los más avanzados, y que consiste en potenciar la colaboración entre la agencia y el ciudadano sin medidas coercitivas ni amenazas. Se insistirá en convencer al contribuyente de la necesidad de pagar pero nunca potenciará un sistema que fomenta la confrontación entre el Estado y el administrado. Menos mal.

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