Opinión

Oda al cainismo

Esa irrenunciable vocación cainita que distingue a los habitantes de este país nuestro, no solo se manifiesta en las esferas más trascedentes de nuestra existencia colectiva, sino que también tiene su reflejo en cuestiones más triviales. Uno de esos reflejos se percibe admirablemente en la leña que suele hacerse del árbol caído tras una breve temporada en la que el árbol se ha elevado a la categoría de refulgente estrella del universo. Somos sumamente voraces devorando a nuestros hijos, y es muy posible que el maestro Goya no tuviera otra cosa que hacer que echar un ojo a su alrededor para adquirir la inspiración necesaria que le permitiera pintar una de sus obras más escalofriantes y más sobresalientes.

El escenario más frecuente para plasmar este efecto cainita –no olvidemos que la expresión se inspira en la actuación del malvado Caín que acabó con la vida de su adorable hermano Abel arreándole con la quijada de una caballería- es la televisión, que se ha empeñado en despanzurrar prometedoras carreras de personajes con ciertos brillos paradójicamente a base de sacarlos hasta en la sopa. A pesar de lo que supongan algunos supuestos expertos en la materia, la sobreexposición suele ejercer en el sentido contrario, y termina hartando al espectador y consiguiendo que termine odiando mortalmente al personaje sobreexpuesto.

El caso más próximo de esta desgraciada manía de exhibir personajes hasta la extenuación la protagoniza últimamente la pareja formada por Javier Calvo y Javier Ambrossi, a los que, para nuestra desgracia y seguramente la suya, nos aparecen en todas las esquinas. Conocidos habitualmente por “los Javis”, ambos han aceptado un peligroso papel de astros refulgentes y con frecuencia ligeramente excesivos, permutando en varios espacios para ejercer de jurados de espectáculos presentes en las plantillas de varias emisoras televisivas.

Los Javis son, en efecto, dos jóvenes con notables prendas en la creación audiovisual, si bien sospecho que se les está sobrevalorando peligrosamente. Lo preocupante es sin embargo la frecuencia con la que aparecen.

Si yo fuera ellos, reduciría las apariciones y pondría algo de terreno de por medio. La frontera entre la gloria y la miseria en este país es delgadísima.

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