Opinión

Palabras de mexicano

Obrador, tras expresar en tono melifluo que España les roba, propuso romper las relaciones

Puestos a obtener un magro consuelo, algunos hechos nos reconfortan porque nos demuestran que la imbecilidad no es solo patrimonio de los políticos españoles. Concluir que muchos responsables máximos en el gobierno de otras naciones también son idiotas, proporciona posibilidades de recuperarnos de la desoladora visión de los nuestros, capaces incluso de tirar adoquines contra su propio tejado como el profesor honorario invitado a una sesión del Comité de Vacunas del Congreso, que se marcó una encendida soflama contra las vacunas y los vacunadores.

Por fortuna, ahí está Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, para demostrar que los cretinos están en todas partes. Sin que exista razón alguna que pueda explicarlo, este caballero se levantó el miércoles de buena mañana y se encaminó a una comparecencia pública en la que no se le ocurrió otra cosa que acusarnos a los españoles de ladrones. Y tras expresar en tono melifluo que España les roba, propuso romper con ella sus relaciones.

Alguien en el entorno presidencial debió repasar a bote pronto el estado de la balanza económica entre España y México, y contempló horrorizado cómo España es el segundo país inversor en México tras los Estados Unidos, y que el intercambio comercial español con la nación que Obrador preside supera los diez mil millones de euros anuales. Por tanto, debió advertírselo a su jefe el cual modificó su discurso para solicitar “una pausa” en esas relaciones. Es decir, un tiempo en la convivencia como en esos matrimonios que van mal, por ejemplo el que unió en su tiempo a la infanta Elena de Borbón con Rafael de Marichalar.

No es desde luego esta pantomima la primera que Andrés Manuel López Obrador representa con España como objetivo de sus reflexiones. Hace un tiempo, envió una carta al rey Felipe para exigirle que los españoles pidieran perdón públicamente a los pueblos aborígenes de México por haberlos conquistado. No le hizo ni caso como es natural.

La brecha diplomática abierta por el presidente mexicano no tendrá seguramente gran trascendencia porque su propio discurso es una majadería, pero llueve sobre mojado. Tanto la vicepresidenta Calviño como el ministro de Exteriores mostraron su extrañeza ante estas palabras. No es para menos, y a lo mejor el presidente de México necesita una respuesta contundente y rápida.

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