Opinión

El persistente buen rollito

 

Los personajes públicos y muy especialmente aquellos que están solicitados por el tirón mediático y que pertenecen con frecuencia al mundo artístico, se empeñan en transmitir a la gente de a pie que su entorno es el paradigma de la felicidad compartida y el buen rollito, como si el trabajo por ejemplo de actor hubiera de distinguirse siempre por esa condición y en los rodajes de las películas el trato entre los componente del elenco fuera de una extraordinaria y permanente simpatía generalizada capaz de crear un ámbito eternamente idílico.

La mayoría de las personas desempeñan su trabajo en ambientes en los que no todo el mundo se lleva bien, y ni los hospitales, ni las redacciones de los periódicos, ni los peonajes de temporeros de la aceituna, ni las tripulaciones de los aviones comerciales, ni un cuartel, ni siquiera un convento ni nada de nada son todos los días sinónimo de una gran familia como parece ocurrir a los que se dedican al teatro o la cinematografía. Todavía estoy por escuchar a uno de ellos que se exprese sinceramente y reconozca que no siente simpatía alguna por ciertos compañeros de reparto o que uno de los cargos fuertes de un equipo de rodaje le ha hecho la vida imposible como nos pasa a todos los demás.

Yo tuve un director que me abrasó vivo, me amargó la existencia, me humilló delante de todo el mundo y me quiso echar. Y un director general que me ofendió, me calumnió y aún hace unos días el muy mamón trató de estrechar mi mano y saludarme ensayando una mala sonrisa. Y como yo, casi todo el mundo tiene en su vida laboral un buen número de episodios de estos porque el centro de trabajo es el lugar donde uno se gana el pan y no besos. En él no tienen que ser todos entrañables amigos. Basta con que sean compañeros de trabajo que se comporten con honestidad y listo. Es más. Lo normal es que haya fricciones, desencuentros, relaciones torcidas y en general y salvo excepciones, un cariño relativo.

Entre los actores todos se admiran, todos se aman. La habilidad para incorporar situaciones de ficción sobrepasa el trabajo diario y el oficio no parece dejarse en el perchero sino que se lleva al hombro. Y yo estoy hasta la coronilla de sonrisas de pega, ternura y buen rollito.

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